jueves, 26 de julio de 2012

DUCHAMP infrafino/inacabado


Encarar el análisis del estilo personal de un artista es siempre difícil. Noción de uso ambiguo, se mezcla allí lo psicológico, lo técnico, los movimientos artísticos, las influencia, todos conceptos de diferentes órdenes.
En el caso elegido sucede además que se trata de un artista que desarrolla en su obra contenidos conceptuales, con una expresión del drama humano, (y sus particulares irracionalidades), sumamente critica. Esto naturalmente  ha derivado en que la mayor parte del discurso sobre su obra  gire en torno al cuestionamiento de múltiples temas que llevados delante de una forma critica, ironica y satirica, demuestran una precisa y muy particular forma de concebir el mundo.
Desdén, indiferencia, ironía, convencimiento de la limitada capacidad del artista moderno para hacer uso de la libertad, Duchamp extiende sobre el arte la más mortífera de sus trampas: el Ready-made total, que le facilita, por un acto de azar, apropiarse mentalmente de todo el universo de la pintura que se quiere dinamitar: Del mismo modo que los tubos de pintura empleados por el artista son productos manufacturados y ya hechos, debemos concluir que todas las telas del mundo son ready-made ayudados.
Marcel Duchamp no escribió manifiestos ni fungió de líder de un movimiento, no dejó escuelas ni seguidores, todo lo cual contradecía su filosofía. Quiso permanecer solo, pues sabía ya que su actitud no se podía compartir y, ni siquiera, seguir. Juzgó hacia 1913 que debía renunciar pronto a todo intento de formular su obra dentro de patrones estilísticos o de sistemas de producción orientados a la repetición de la experiencia y la consagración del gusto establecido por el éxito de las mismas corrientes de vanguardia. Pensaba que el oficio de pintor redunda en una acción automática desprovista de conciencia crítica, contra la cual había que luchar. Ataca el fundamento retiniano que subyace a toda la pintura en aras de la actividad mental como eje de la formación de un pensamiento enteramente librado de la idea de continuidad y tradición. Reniega de sus antecedentes cezannianos y, por sobre ellos, pone en primer lugar las influencias literarias que actuaron sobre él. Para entender muchas de las acciones llevadas a cabo por Marcel Duchamp tenemos salirnos del objeto, con esto quiero decir que debemos dar un paso mas allá de la obra, para calar en lo que nos lleva a ella, o sea la intención, o mas conocido como el gesto, y encontrar placer estetico, en ese gesto (y claro, en la obra en si). Esto será fundamental para comprender la producción del artista francés.
Este placer estético aparece como inexplicable, no lo logramos reducir ni a elementos puramente temáticos ni puramente formales. Siguiendo a Freud, este enamoramiento se daría como un efecto de sentido  propio del lenguaje de la obra, donde hay una dimensión del placer preliminar. Se trataría de un proceso similar al del chiste, cuyo cuerpo o tema está estructurado de  modo que nos toca en algún punto de conflicto, pero suscitando la risa, descarga energética que normalmente ahorraría la represión.[1]
Siguiendo la propuesta de la cátedra, analizaremos en la obra el modo de implicar tema y representación, (o no representación), en una organización que le da cuerpo y unidad. Aparecerá allí la mirada del artista, que se plasma permitiéndonos leer su marca de autor en la estructura de la obra, en el modo de construirla. Como nos explica Merleau Ponty en El lenguaje o las voces del silencio, la construcción de sentidos se produce no por referencialidad, sino por los propios juegos y la propia organización del lenguaje. Este lenguaje se forma sobre todo durante las primeras experiencias de cada uno y se plasma en la producción artística; crea un sentido, articula formas generando signos, signos que se repiten, que son transformados muchas veces a símbolos, y nos demuestran índices de perteneces a un lenguaje propio.
En la teoría de Merleau-Ponty queda definido cómo nuestra percepción esta condicionada o se completa con la de los otros. Define una estructura de horizonte en la cual están dispuestos todos los objetos. En ésta los objetos se dejan ver unos a otros ocultándose o “revelándose”, así cuando unos objetos se disimulan otros adquieren mayor presencia. Queda definido un mecanismo de percepción en el cual  la visión de un objeto depende de la mirada de los demás objetos sobre este.  Esto sucede siempre cuando contemplamos una obra, y en algunos casos podemos atribuirla fácilmente con su autor por que reconocemos en ella elementos que se repiten dentro del lenguaje del artista. El hecho de que la marca de autor se desprenda de un sistema de ausencia-presencia encuentra una explicación fenomenológica dentro de esta teoría.
Es interesante el caso de Marcel Duchamp, por que su obra presenta gran tensión. Es una constante dinámica. Es movimiento. Es mirada sobre lo otro. Es la esencia de los opuestos complementarios, es la realización de las bodas alquimicas. Es en vida y obra la posibilidad de ver de diferentes maneras “un urinario”, y de poder generar para ese objeto una nueva concepción, o sea un nuevo sentido.
“Dijeron que cualquier artista que pagase seis dólares podría exponer.
El señor Richard Mutt envió una fuente. Sin discusión, este artículo desapareció y nunca fue exhibido.
He aquí los fundamentos para rechazar la fuente del señor Mutt:
1.- Algunos arguyeron que era inmoral, vulgar.
2.- Otros, que era un plagio, una simple pieza de fontanería.
Ahora bien: la fuente del señor Mutt no es inmoral; esto es absurdo; no es más inmoral de lo que podría serlo una bañera. Se trata de un accesorio que se ve todos los días en los escaparates de los fontaneros.
Si el señor Mutt hizo la fuente con sus propias manos o no, carece de importancia. Él la ELIGIÓ. Tomó un artículo común de la vida, ubicándolo de manera tal que su significancia útil desapareció bajo el título y el punto de vista nuevos: creó un pensamiento nuevo para ese objeto.
Aquello es un absurdo, al igual que lo que sucede con la fontanería. Las únicas obras de arte que han dado los Estados Unidos son su fontanería y sus puentes"[2].
Esta creatividad, tan irónica por cierto, no tiene estrecha relación formal, puesto que los objetos que presenta este artista muchas veces son prefabricados, sin embargo es de gran audacia a la hora de escogerlos, de resignificarlos, y  de generar en quien los observa una extrañeza en la sensación visual.
Según  Weber, que establece un vinculo entre la visión infantil y la visión estética del adulto, podemos reforzar la teoría de la visión por la diferencia, por lo otro.  El niño, en un principio, al no tener desarrollados algunos procesos de la visión es incapaz de distinguir objetos, colores, volúmenes y detalles definidamente, lo que es similar a la visión lejana del adulto. La visión estética  implica una vuelta a la visión naciente del niño, al aprendizaje del mundo, y esta vuelta es lo que produce emoción, despierta el recuerdo, las alegrías iniciales. El arte, en este sentido, nos hace vivir más intensamente, revive el recuerdo del “tiempo olvidado”, y lo que es olvidado es lo que no se ve.[3] En presencia de una obra de arte se vuelve o se resignifica un estado olvidado, un punto que nos es dado como ciego. Pero en el caso de este artista es confuso, dado que no le reconocemos por su pincelada, por la reiteración de las formas, o algún patrón del carácter de lo figurativo lo que nos lleva a relacionarlo, sino justamente por la ausencia de ello, por el carácter de lo a-estético, de lo inacabado, de lo “infrafino”, es decir también de lo invisible.
El punto ciego es el punto por donde conocemos, lo que nos permite la adquisición de mundo, es una ceguera parcial que funciona como un marco, un recorte, una perspectiva, dentro de la que se construye una gramática, y organiza una sintaxis que depende del cuerpo, o sea del punto de vista. O sea, la mirada para conocer un limite, y el punto de ceguera para conocer el punto de vista. El punto de vista de Duchamp es diferente, el entiende el mundo como una ineludible unión de complementarios. Una característica de la filosofía neoplatónica plantea esto,  los teosofistas también son adeptos a estas doctrinas, pero no solamente ellos, los alquimistas y los habitantes de América precolombina también sostenían la dualidad de las cosas como síntesis, y formación de un tercero en base a los dos primeros. Esta idea de terceridad se relaciona con la idea de suspenso que Maci propone. En el momento en que se sugiere una escena que es impulsada por una conjetura que nace de la fantasía, se suscita el suspenso. Este último actúa como nudo trágico a partir del cual se despliegan todas las escenas, permite abrir escenas a partir de una red de otredades que en este caso serían las áreas de no-visión.[4] Esto esta sumamente presente en su obra, de ser posible ponerle un live-motive este seria un postulado a tener en cuenta. Sumando a la necesidad de movimiento para el accionar de cualquier cosa; humana o maquina. Al relevar de la obra elementos y nexos que darán cuenta un sistema de organización,  estaremos en contacto con el punto de vista del artista, que es a la vez su punto de ceguera, necesario en el establecimiento de un marco que permita ver. Este se vuelve, al igual que la ciencia y la religión, un modo de manejar el vacío, vacío no solo como función espacial, sino también simbólica. La trama de relaciones subsana así el hiato existente en el abismo entre el pensamiento y lo real. De este modo el vacío es también una idea de terceridad entendida en el sentido de  Peirce como elemento mental que da sentido a otra cosa o relación. Atribuye  completitud a una relación, que sin este aspecto mental como lo es la terceridad, no tendría propósito. Entonces aquí, la idea de vacío pone en relación y da sentido al resto de la obra.
El artista comenta en una entrevista: “Me interesaban las ideas, no solamente los productos visivos. He querido poner una vez más la pintura al servicio de la mente. Y mi pintura, naturalmente, fue inmediatamente considerada intelectual, literaria. Era verdad que estaba luchando por situarme lo más lejos posible de las placenteras y atractivas cualidades materiales de los cuadros. Eso era visto como un hecho literario... En efecto, hasta hace cien años la pintura había sido literaria o religiosa; toda había estado al servicio de la mente. Esta característica vino perdiéndose poco a poco en el curso del último siglo. Cuanto más ofrecía una atracción sensual -se hacía más animal- más era apreciada una pintura. Sin duda ha constituido un bien haber tenido la obra de Matisse por la belleza que nos ha dado. Y, sin embargo, ha creado una nueva marea de pintura física en este siglo, o, en todo caso, ha favorecido la tradición que habíamos heredado de los maestros del siglo XIX... Esa es la dirección hacia la que debería encauzarse el arte: hacia una expresión intelectual más que hacia una expresión animal. Estoy harto de la expresión estúpido como un pintor”.[5]
Lo que guiaba todos los actos de Duchamp no era la adhesión a un principio o regla, sino todo lo contrario: presentar como regla la opción de cambio y la dinámica interna, en términos absolutos, de la obra de arte. La idea de no repetirse está en la base de la transformación que plantea.
Es novedosa la elección de los materiales, en un primer periodo artístico trabaja con pintura al óleo, pero luego llega a la conclusión que estos materiales tradicionales no le servían a el para expresar lo que quería decir, entonces una de las innovaciones que hace es trabajar sobre vidrio, y realiza en este soporte tres piezas preparatorias para luego determinar como definitivamente inacabado en 1923 su gran obra conocida como “La novia puesta al desnudo por los solteros, aun”, o mas popularmente como “el gran vidrio”.
El despojamiento formal del Gran Vidrio contrasta en su economía y virtualidad con la riqueza gráfica y verbal de la invención conceptual contenida en La boite verte (La caja verde) texto que reúne todos los escritos producios por Duchamp en torno a la elaboración de aquella obra, texto cuyo valor literario ha sido muy discutido. La posibilidad de alterar el concepto tradicional de representación espacial le llevó a concebir el Gran Vidrio como una proyección espacial dentro del mismo espacio, es decir, no indiferente a él como un cuadro, sino dependiente de él. Al hacer desaparecer el soporte, los objetos quedan involucrados en una suerte de idealización espacial, no obstante el marco, y su señalada línea de división, que actúan con la indescriptible fuerza del marco de una ventana extraída del muro, descontextualizado su papel de articulación, y, sin embargo, con la capacidad de enfatizar la idea de tránsito, de límite, de espacio significante.
Sea como fuere, la fascinación que este material ejerce sobre el hombre, afecta a una cuestión de base: la naturaleza misma de la visión. Este proceso de asociación repercute directamente en el hecho constructivo y, lo que es más, en la definición de un modo de conocimiento específico: Ver es conocer[6]. La sincronía de la percepción que permitió desarrollar el vidrio implicó la modificación de la visualización del entorno, por cuanto se amplía la multiplicación de puntos de vista o, incluso, se propicia la ausencia de objeto perspectivo. La imagen más simple es ya una estructura que se incorpora al entendimiento personal del entorno, transformada sucesivamente tras un horizonte que es el límite de nuestra capacidad personal de percepción[7]. El límite de vidrio significa para el espacio arquitectónico un lugar geométrico que engloba en su unidad una multiplicidad perceptible. El lugar, de este modo, deviene una creación de la propia producción espacial. Y la mirada queda condicionada a los llenos y los vacíos. La necesidad de un nuevo soporte plástico que permitiera estas lecturas, implicó al vidrio como posible soporte alternativo al lienzo, carente de posibilidades de relación más allá de las puramente visuales. Además, el vidrio como materia significa, hablando en términos pictóricos, ausencia. De esta manera, las cualidades expresivas del vidrio, fundamentalmente su transparencia[8], repercuten en la instalación, tanto por sus abiertas posibilidades de significación como por su capacidad de relación con el entorno. En el desarrollo de la obra se produce una vinculación del entorno al objeto y viceversa: una superposición de elementos significantes al espacio que las sostiene.
El juego visible-invisible está presente también en la contrapartida vacío-lleno. La filosofía taoísta considera la existencia de un vacío nouménico que se encontraría por detrás de los fenómenos, que es inasible y que les da sustancialidad.[9] Pero este vacío no es solamente integrante del mundo natural, sino que es parte del hombre también. Así el artista construye el vacío en la relación pintura (elementos)-zonas de insensibilidad cromática generando un vacío interior que se expresa tanto en las formas como en la disposición “mental” de los elementos en el rectangulo. La introducción del vacío en la relación de la superficie pintada como la de las zonas de insensibilidad cromática, está dada por la inclusión de áreas de no-visión. Que refuerzan su carácter de “indiferencia” por la eleccion del vidrio como material y superficie.
Es un espacio que ofrece el vidrio como vuelta hacia el observador: al suspender los valores retinianos y, por tanto, el placer estético de la contemplación, señala un doble camino de extrañamiento del objeto y afirmación del espacio, con lo que finalmente se vuelve al hombre cuestionando el acto de mirar[10]. La multiplicidad de lecturas acumuladas, así como la proyección sobre la obra de diferentes visiones del entorno, variaciones de luz, reflejos fragmentados, suponen una ampliación del proceso de conocimiento[11]. Una activación, por tanto, de la mirada que ha traspasado su nacimiento como visión para alcanzar su madurez como reconocimiento. El hombre se ve mirar, y de este modo, el encuentro con el vidrio deviene un camino de retorno, en el que, finalmente, la obra enfrenta al observador consigo mismo, con su espacio y su voluntad de conocer, provocando la circularidad de la mirada.

Bibliografía utilizada:
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Cheng, François. Vacío y Plenitud. Introducción al lenguaje pictórico chino, Caracas, Monte Avila, 1985.

Lothe, A. Los grandes pintores hablan de su arte, Buenos Aires, Hachette, 1948.

Maci, G. El Ojo y la Escena, conferencias dictadas en la cátedra entre 1986 y 1996.

Maci, G. El último acto de la otra escena del texto., conferencia dictada en 1986.

Matisse, H. Reflexiones sobre el Arte, Emecé.

Freud, Sigmund, Poeta y fantasia

Merleau-Ponty, M. Fenomenología de la Percepción, Madrid, Planeta.

Peirce, Charles Sanders. Carta a Lady Welby del 12 de Octubre de 1804, Madrid, Taurus.

Weber, Jean Paul. Psicología del Arte, Buenos Aires, Piadós.

Paz, Octavio [1973]. Apariencia Desnuda. La obra de M. D. Madrid: Alianza, 1989 (“Forma”).

Ramirez, Juan Antonio. Duchamp. El Amor y la Muerte, Incluso. Madrid: Siruela, 1993.

Romero, Alicia, Gimenez, Marcelo (sel., trad., notas) [2005]. “Marcel Duchamp”, en ROMERO, Alicia (dir.). De Artes y Pasiones. Buenos Aires: 2005.

Nadal Huertas, Daniel. “El Límite Soñado: Arquitecturas de Vidrio no Construidas. Reflexiones desde el Siglo XXI: las Vanguardias Artísticas”

María Zambrano. 1984. (Zambrano: De la Aurora. Ed Turner. Madrid, 1986. p. 39-40).

Pablo Palazuelo.1995. (Pablo Palazuelo: La Visión y el Tiempo. Museo Nacional Reina Sofía. Madrid, 1995. p. 17-19).





[1] Freud, Sigmund, Poeta y fantasía.
[2] "El Caso Richard Mutt" (Editorial). The Blind Man, No. 2, mayo 1917. tomado de LIPPARD, Lucy (ed.). Dadas on Art. New Jersey: 1971, con permiso de Wittenborn Art Books Inc., por su aparición en MOTHERWELL, Robert (ed.). The Dada Painters and Poets. New York: Winterborn, 1951. Tomado de HARRISON, Charles, WOOD, Paul (ed.) [1992]. Art in Theory 1900-1990. An Anthology of Changing Ideas. Reprint. Oxford; Cambridge: Blackwell, 1994. 1189 p.
[3] Weber, Jean Paul. Psicología del Arte, Buenos Aires, Piadós.

[4] Este suspenso es el que posibilita que el texto nunca deje de escribirse. Hay suspenso porque siempre queda un resto “no escrito” que abre la posibilidad a futuras y diferentes escenas.
[5] Juan Antonio Ramírez, Duchamp, Love and Death, Even. London: Reaktion Books Ltd, 1993.


[6]Pablo Palazuelo.1995. (Pablo Palazuelo: La Visión y el Tiempo. Museo Nacional Reina Sofía. Madrid, 1995. p. 17-19).
[7] María Zambrano. 1977. (María Zambrano: Claros del bosque. Ed Seix Barral. Barcelona, 1993. p. 63-64).
[8] Marcel Duchamp. 1934. (Marcel Duchamp y Pierre Cabanne: Ingénieur du temps perdu: entretiens avec Pierre Cabanne. Pierre Belfond. París,1977. p.64).
[9] Cheng, François. Vacío y Plenitud. Introducción al lenguaje pictórico chino, Caracas, Monte Avila, 1985.

[10] María Zambrano. 1984. (Zambrano: De la Aurora. Ed Turner. Madrid, 1986. p. 39-40).
[11] Il. 9: Photo of the Large Glass taken in Katherine Dreier’s home at West Redding, Connecticut, summer 1936.

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