jueves, 26 de julio de 2012

La Postmodernidad y el Arte de la Identidad


La Postmodernidad y el Arte de la Identidad
Christopher Reed[1]


"Postmodernidad". Las definiciones parecen variar con cada cita, aunque el uso del término para describir los cambios recientes en las artes (y en otras formas de vida social desde el planeamiento urbano hasta la teología) sugiere una extendida creencia en que un cambio coherente en la sensibilidad marca nuestra era y la distingue de la "modernidad" que la precede. El sociólogo Norman K. Denzin hace un análisis de esta aparente paradoja de una coherente diversidad, y define la postmodernidad como "una forma de teorizar... y un período del pensamiento social"[2]. Así, los fenómenos (incluido el arte) alcanzan la categoría de postmodernidad de dos maneras: primero, por ocurrir en la era postmoderna; y segundo, por demostrar formas particulares asociadas con el pensamiento postmoderno.
En los libros de texto sobre arte, se considera a menudo 1977 como comienzo del período postmoderno, con la publicación de The Language of Post-Modern Architecture de Charles Jencks, que buscó suplantar el minimalismo del diseño International Style con aproximaciones más eclécticas[3]. De hecho, el fin de la modernidad ha sido anunciado desde el comienzo de la modernidad: Jencks data el más temprano uso del término en la era victoriana[4]. Pero el término postmodernidad ganó circulación sólo a mediados de los '70, y entonces era aplicado retroactivamente a la década previa en un intento de categorizar tendencias artísticas desde el Pop hasta el conceptualismo que parecieron desafiar la estética formalista e invertir el tránsito moderno hacia una creciente pura abstracción. La más amplia definición de la postmodernidad, entonces, sería: el arte no abstracto de los sesentas, setentas y ochentas. Desde este punto de vista, el linaje del arte conceptual -desde Duchamp a través de Dadá y el surrealismo hasta Rauschenberg tal como es trazado en el ensayo sobre arte conceptual de este volumen en contraste con el "corriente principal de la modernidad"- también es la historia de la postmodernidad. En efecto, algunos críticos, aquellos que estudian a Duchamp especialmente, han ridiculizado la "postmodernidad" como un término inapropiado, argumentando que ha habido siempre una subcorriente postmoderna dentro de la modernidad. Incluso el mismo reclamo del término para suplantar la modernidad (el "post" de "postmodernidad"), podría ser visto como quintaesencialmente moderno de acuerdo a la definición de arte moderno adelantada en el prefacio de este libro: "un cuestionamiento y un rechazo del pasado".
Utilizado ampliamente, como a menudo lo es, el término "postmodernidad" es completamente susceptible de ser criticado como ilógico y sobreambicioso. En el altamente influyente cuerpo teórico proveniente de artistas y críticos que se identifican con la postmodernidad, sin embargo, el término ha adquirido un más específico conjunto de significados que gira alrededor de términos como significación, originalidad, apropiación, autoría, deconstrucción, discurso e ideología. Expresado de la manera más simple posible, la postmodernidad desafía la certeza moderna acerca de la autonomía del arte -el tipo de certeza evidenciada, por ejemplo, en el epígrafe de Ad Reinhardt utilizado como epígrafe del ensayo de este libro sobre Expresionismo Abstracto. La postmodernidad ve la representación y la realidad como translapadas, porque las convenciones acerca de la representación o del lenguaje (la "significación") son aprendidas e internalizadas de manera tal que las experimentamos como reales. Especialmente en una época en la que la televisión y los otros medios masivos de comunicación juegan un rol significante tal en la creación de la conciencia humana que lo que percibimos como real se revela como siempre presente en la representación y siempre filtrado a través de ella. El término "simulacro" -tomado de los escritos de filósofo francés Jean Baudrillard- es utilizado a menudo para significar esta idea de la representación como realidad[5]. Para la postmodernidad, entonces, nada de lo que podemos hacer o decir es verdaderamente "original", dado que nuestros pensamientos son construidos a través de nuestra experiencia de un tiempo de vida de representación, por lo cual es ingenuo imaginar al autor de una obra inventando sus estructuras o controlando su significado. En lugar de pretender una originalidad dominante, la postmodernidad se concentra sobre la manera en que imágenes y símbolos ("significantes") cambian o pierden su significado cuando puestos en contextos diferentes ("expropiados") revelan ("deconstruyen") los procesos por los cuales se construye el significado. Y dado que ningún conjunto de significantes, desde el arte hasta la publicidad, es original, todos están implícitos en las ideologías (ellos mismos patrones de lenguaje o representación, por lo tanto, "discursos") de las culturas que los producen y/o interpretan.
Los principios postmodernos están ejemplificados por algunos de los artistas que alcanzaron la celebridad alrededor de 1980 con una obra que recicla imágenes y sistemas de representación conflictivos. La exitosa carrera de Julian Schnabel es citada a menudo para describir el remontado mercado del arte de principios de los '80. Sus enormes paneles combinan imágenes citadas de films, fotografías e iconografía religiosa sobre superficies donde se emparchan juntos posters, cuero de caballo, alfombras, maderas flotantes y -los más famosos- vajilla rota. Con títulos como Giacomo Expelled from the Temple (1976-78), Painting Without Mercy (1981) y The Patients and the Doctors (1978) (il. 124), las obras de Schnabel comprometen las estructuras convencionales de la ideología dominante (religión, historia del arte, medicina), aunque su efecto final niega al espectador cualquier certeza acerca de su significado. De escala aplastante, simultáneamente violentas y frágiles, desordenadas, aunque obviamente sobretrabajadas, las obras de Schnabel parecen desesperarse por comunicar algo, pero ese algo nunca es claro; su desparejos significantes obligan al espectador a enfrentar los procesos de significado autoformante.
Al igual que Schnabel, David Salle combina imágenes provenientes de varias fuentes, yuxtaponiendo y superponiendo dibujos animados, fotografías de noticias, borradores técnicos, pinturas famosas, instantáneas de cine y pornografía. Caracterizado como "el baudrillardiano máximo, revelado en el juego no narrativo de significantes independientes"[6], Salle devino famoso por obras como Savagery and Misrepresentation (1981) (il. 127), la que superpone dibujos lineales de un hombre-caballo caricaturesco y desnudos yacentes sobre una escena de frente naval tomada de Reginald Marsh, un pintor de la época de la Depresión que representa la vida de la clase trabajadora. La relación entre las dos imágenes se dejó confusa. ¿Una borra o cancela a la otra? ¿Una comenta a la otra? ¿Replican el efecto de la visión en el mundo hoy, donde (como, por ejemplo, en los televisores que permiten ver dos canales a la vez) las cosas que son vistas al unísono pueden no tener absolutamente relación alguna respecto de la otra? Quizás el más expresivo ejemplo de este tipo de desestabilización postmoderna es la "colaboración" entre Salle y Schnabel (una colaboración donde un participante no fue consultado) en la cual Schnabel adquirió un díptico de Salle, invirtió los dos paneles, superpuso un retrato de Salle sobre una imagen y lo retituló Jump (il. 125). En esta obra, el significado de la imagen, junto con la misma idea de autoría, es dejado dramáticamente irresuelto.
A principios de los '80, tanto Schnabel como Salle fueron celebrados por su sofisticación para interrumpir los presupuestos dominantes previos acerca de la función y la naturaleza del arte. Al mismo tiempo, sin embargo, ambos artistas fueron objeto de una crítica vehemente. De manera predecible, los críticos conservadores, hostiles a la postmodernidad, se burlaron de su desviación respecto de la convención moderna. Bajo titulares como " La Caída de un Pintor en la Charlatanería" y "Bric-à-Brac Expresionista"[7], los dos mayores semanarios de circulación masiva de los Estados Unidos atacaron a Schnabel contrastando sus pinturas con el paradigma moderno determinado por Jackson Pollock, mientras David Salle fue galardonado con "el título de Artista Norteamericano Joven más sobrestimado" en una revista que interpretó su fama como un síntoma de la total trivialidad de la postmodernidad en comparación con la "pintura seria"[8]. Desacreditados en este sentido por los defensores de la modernidad, tanto Schnabel como Salle también se pusieron de moda por la crítica de postmodernos reconocidos. Estos desafíos demuestran importantes divisiones dentro de la postmodernidad, divisiones sobre cuestiones de identidad.
Las cuestiones de identidad son cruciales para la postmodernidad, aún más en la medida en que algunos teóricos proponen una nueva conciencia de ciertas identidades como la característica definitoria de la era postmoderna. En un influyente ensayo, Andreas Huyssen cartografía cuatro identidades (a las que llama "fenómenos") que "son y permanecerán constitutivas de la cultura postmoderna por algún tiempo venidero": las identidades nacionales, especialmente aquellas conformadas en respuesta al imperialismo; las identidades sexuales; una identidad ambientalista; y las identidades étnicas, especialmente no occidentales[9]. El análisis de Huyssen va más allá del arte para caracterizar a la cultura postmoderna en general, aunque es fácil ver sus observaciones ejemplificadas en el arte ambientalista[10] y el arte feminista, o en la expresión de las identidades sexuales, étnicas y raciales en obras de arte individuales o exhibiciones temáticas. Semejante énfasis en identidades específicas desafía las creencias formalistas en un arte trascendental o universal (que sólo parece haber sido creado abrumadoramente por y para un grupo demográfico específico: los hombres blancos, occidentales y aparentemente heterosexuales de la clase media alta).
Estos despliegues artísticos mundiales, por supuesto, reflejan más amplias críticas sociales de jerarquías basadas en la raza, la clase, la nacionalidad, el género, la sexualidad y otras formas de identidad. Pero la específica posición social de las artes -en la medida en que están íntimamente ligadas a privilegios económicos y académicos- ha enfocado una particular atención sobre las identidades sexual y genérica, las que siempre estuvieron presentes, aunque previamente reprimidas, en el arte mundial. El status de la comodidad del arte como un lujo para los más privilegiados, reforzado por las desiguales oportunidades educativas que marcan todas las disciplinas académicas, contribuye a la cercana invisibilidad de las identidades no dominantes raciales, étnicas y de clase en el arte mundial, el que se mantiene por lejos menos diverso que la más amplia cultura[11]. A pesar de las ocasionales exposiciones y ensayos en periódicos artísticos, los artistas y los comitentes tratan con artefactos que comprometen estas cuestiones generalmente trabajando fuera de o en una no fácil relación con las instituciones artísticas, donde sus proyectos son a menudo rotulados como "trabajo manual", "cultura popular" o como alguna otra categoría de imaginería externa al reino del "arte". Aunque estas mismas categorías han sido invocadas para desestimar el arte asociado con las mujeres y con los varones gays, tal obra también encuentra defensores ya en la relativamente privilegiada y principalmente blanca circunscripción del mundo del arte[12]. Las identidades enraizadas en el género y la sexualidad devinieron fuerzas centrales en el despliegue de la postmodernidad.
Desde el Renacimiento, donde comenzó el registro sistemático de las biografías de los artistas, estas crónicas han registrado historias de mujeres ambiciosas y de erotismo homosexual[13],. Aunque sólo en el último siglo estas características han devenido identidades -incluso las palabras "feminista" y "homosexual" tienen escasamente cien años de antigüedad. Y el mundo artístico, hasta muy recientemente, impidió la articulación de estas identidades, a veces por abierta discriminación de mujeres y homosexuales[14] pero más a menudo por legislar sutilmente su expresión, considerándola incompatible con la calidad o el alcance artísticos, o incluso con la misma definición de arte. Este proceso de exclusión está reflejado, por ejemplo, en los otros ensayos de esta antología donde se mencionan veinte veces más hombres que mujeres, mientras los efectos del género no son discutidos en ninguna parte. De manera similar, cuando artistas gays como Robert Rauschenberg, Jasper Johns, Andy Warhol, David Hockney o Gilbert y George son citados, su identidad sexual es ignorada como si fuese irrelevante respecto de su producción artística. Mientras las convenciones de la modernidad (aún defendidas por muchos) legislaron tales asuntos "ideológicos", y por lo tanto excluidos del reino del arte y la estética, las expresiones paralelas de masculinidad heterosexual -como el machismo y el "desprecio por mujeres" de los futuristas (p. 98), la estética de Pollock de la "violencia física" (p. 178), o la determinación de Rothko y Newman de ser "humanos" produciendo pinturas "a la medida del hombre" (p. 196)- fueron percibidas como fácilmente compatibles con el logro artístico.
Si las tendencias de los escritos tempranos parecen ahora obvias, es a causa de los movimientos feminista y gay, los que, desde comienzos de los '70, desafiaron los presupuestos convencionales acerca de la sexualidad y el género. Aunque estos movimientos no se originaron en el mundo artístico, los artistas y los críticos estuvieron involucrados desde sus comienzos. Por lo tanto, las perspectivas explícitamente feminista y gay comenzaron a afectar a las artes precisamente en el mismo momento del surgimiento de la postmodernidad. Examinando la definición de postmodernidad adelantada en la introducción de este ensayo, es fácil observar cómo podrían conectarse estos movimientos artísticos y sociales. Desde el comienzo, la postmodernidad desbarató la relación que la modernidad dominante ha manejado entre arte y vida. Francamente comprometidos con las cuestiones sociales, los postmodernos, como los activistas feministas y gays, trataron con la ideología, los medios masivos de comunicación y la dinámica de la autoridad. Este trasfondo común es generalmente enfatizado por los críticos conservadores para desestimar la postmodernidad como una simple manifestación de "feminismo radical" o de cultura gay "camp"[15].. Aunque los críticos feministas y gays generalmente adoptan posiciones postmodernas, sin embargo, sus críticas de artistas como Schnabel y Salle revelan serias diferencias con la postmodernidad representada por estos artistas. Tales debates dentro de la postmodernidad se centran en dos cuestiones: autoridad y activismo.
Los feministas, en particular, cuestionan la manera en que la retórica anti-autoritaria de la postmodernidad pareció devenir en sí misma una forma de autoridad cultural, una letanía de nombres propios (principalmente franceses y masculinos) y complicada jerga que habilitaba a artistas y académicos (otra vez principalmente varones) asociados con la postmodernidad para extenderse en las posiciones más convencionalmente prestigiosas de galerías, museos y universidades establecidos. Griselda Pollock, una prominente feminista británica, argumenta que la modernidad debe ser comprendida como más que únicamente un estilo visual (la abstracción) y su teoría crítica sustentante (el formalismo). La abstracción y la teoría formalista, dice, son meramente los productos de un "sistema de interpretación" que enfatiza "las innovaciones y las reacciones estilísticas encarnadas en las obras maestras de los grandes genios individuales". La heroicización de teóricos y artistas individuales de moda durante los '80 le sugiere que la postmodernidad es sólo un estilo más en la secuencia de estilos determinados por las "estructuras de producción y consumo modernas"[16]. Su punto de vista teórico es ejemplificado por episodios específicos a través de los '80. Cuando Schnabel, por ejemplo, publicó fotografías en blanco y negro de sí mismo trabajando sobre sus enormes lienzos en el exterior de una casa playera de Long Island, evocó las famosas fotografía a doble página de Jackson Pollock publicadas por ART News y Life Magazine que lo hicieron el paradigma del genio inspirado de la década del '50. Aquí Schnabel, aunque su arte luce diferente, parece mantener un derecho sobre el tipo más tradicional de fama de la modernidad[17].
Una temprana -y quizá definitivamente clara- crítica de la postmodernidad proviene de la feminista estadounidense pionera, Lucy Lippard, quien en 1980 revió las contribuciones feministas al arte de la década previa, las que fueron ya pregonadas para romper con las tradiciones modernas. Lippard cita como influencias feministas el énfasis en "la imaginería central y la pintura de estampados (pattern painting)" así como "la superposición (layering), la fragmentación y el collage", la introducción "de la emoción verdadera y el contenido autobiográfico en la performance, el body art, el video y los libros de artista", y la apropiación de "formas artísticas tradicionales tales como el bordado, la costura y la pintura sobre porcelana" Anticipándose a Griselda Pollock, sin embargo, Lippard insiste en que el arte feminista sabe "que es imposible discurrir (acerca del arte) sin hacer referencia a las estructuras sociales que lo sostienen y a menudo lo inspiran". Socavando la autoridad instaurada en clichés del genio artístico único, dice, "Tomamos como garantido que hacer arte no es simplemente 'expresarse uno mismo' sino que es una mucho más amplia e importante tarea: expresarse uno mismo como miembro de una unidad mayor, o com/unidad (comm/unity)"[18]. Para Lippard, es esta enunciación de una identidad colectiva lo que separa al feminismo de la postmodernidad, distinguiendo la práctica feminista como algo más desafiante respecto de la convención moderna: un arte de identidad. Para ella, las masivas y colaborativas instalaciones completamente femeninas de una artista como Judy Chicago ejemplifican el potencial del arte feminista. La Womanhouse de 1972 (co-organizada con Miriam Schapiro), la Dinner Party de 1974 (il. 128) y el Birth Project de 1978 de Chicago agruparon mujeres utilizando varias técnicas de "trabajo manual" para explorar la especificidad de su experiencia. Como las citas de Salle provenientes de la pornografía y la vajilla engomada de Schnabel, la obra de Chicago desafía las convenciones modernas que separan el arte del resto de la vida, pero su uso de la imaginería sexual y de los "trabajos manuales" -incluyendo platos de cerámica- tiene un propósito diferente: más que simplemente deconstruir ideologías convencionales, su obra construye una narrativa alternativa, en este caso una historia de la historia de las mujeres[19]. Mientras David Salle insiste en que "Nunca sentí que mi obra se ubicara dentro de alguna subcultura específica"[20], la obra de Chicago afirma una identidad feminista.
Un énfasis sobre la "com/unidad" más allá de la autoridad deconstructiva lleva a los feministas a un segundo conflicto mayor con la postmodernidad acerca de cuestiones de activismo. Los feministas argumentan que los esfuerzos postmodernos para revelar toda la realidad como una serie de simulacros cambiantes puede fomentar un tipo de nihilismo; ¿qué base para la acción de principios permanece una vez que todo es ecualizado como sólo representación? Observando especialmente obras de Salle, éstas desafían la manera en que su aparentemente azarosa mezcla de imaginería explota el valor de shock asociado con la pornografía como un dispositivo deconstructivo. Cuando la contraimagen que es socavada es la asociada con la lucha política (como la cita de Reginal Marsh en Savagery and Misrepresentation), se preserva la dinámica del dominio masculino de la instantánea porno, mientras "Salle torna los símbolos familiares de esperanza y activismo culturales en signos de cinismo e impotencia"[21]. Una vez más, las propias declaraciones del artista corroboran la crítica feminista. En reportajes, Salle describe la "enorme identificación" que lo incitan a seguir pequeñas niñas físicamente minusválidas en el subterráneo de New York. Aparentemente desinteresado en las implicancias sociales de sus acciones, Salle no aclara si su presencia perturba o asusta a las niñas, pero concluye con un tipo de estetizado nihilismo: "No sé lo que buscaba, porque no puedes irte a casa con ellas. Sólo el hecho de que ese momento de reconocimiento hacia mí es uno de atroz belleza"[22].
Para los críticos con un ideal de "com/unidad", la emoción estética personal de Salle no es suficiente. Sin embargo, es el mismo viejo placer que la modernidad ha prometido siempre a los espectadores privilegiados bastante distanciados ellos mismos de la "vida" en nombre del "arte". Si la "postmodernidad" es realmente significativa, no puede meramente etiquetar un nuevo estilo moderno, sino que debe marcar un cambio fuera del propósito y la función de tales nociones convencionales de arte. Un ejemplo de esta diferencia se revela en una comparación de las obras de la artista francesa Sophie Calle y de la americana Bette Gordon, quienes utilizan su arte para hablar del tipo de placeres voyeuristas que describe Salle. Las fotografías de Calle documentan prácticas en la tradición del arte conceptual, incluida su The Sleeper (también conocida como The Big Sleep) de 1979, en la que invitó a individuos de la vecindad a dormir en su cama mientras ella tomaba fotografías, y en la Suite vénitienne de 1980, la que fue publicada como un libro con un entusiasta comentario de Baudrillard. Allí documentó dos semanas de su vida las que siguió subrepticiamente a un conocido casual durante su visita a Venecia. Aunque altamente susceptibles al análisis genérico, ni Calle ni Baudrillard comprometen estas cuestiones. Sin embargo, al detallar las implicancias del proyecto de Calle, el texto de Baudrillard repite la postura de Salle de esteticismo nihilista:

En comparación con nuestras ideas de liberación, de autonomía individual...cuánto más sutil, más sorprendente, más discreta y arrogante al mismo tiempo es la idea... de que alguien más cuida tu vida. Alguien más la anticipa, la realiza, la acaba... No es seguramente más absurdo imaginar cosas de esta manera que confiarse a las decisiones de un Estado, de una lotería... o del propio deseo.

Y Baudrillard concluye, al discutir acerca de The Sleepers de Calle invocando una figura tradicional del placer estético: "Imaginen una mujer desfalleciente: nada es más bello..."[23].
La obra de Calle, incluyendo su presentación como un libro, es eminentemente postmoderna en el sentido en que desafía las creencias modernas en la originalidad y en la separación de la representación artística respecto de la realidad vivida. Incluso, como la artista y crítica Anne Rochette ha observado, Calle se asemeja a otros artistas franceses contemporáneos influídos por la teoría postmoderna -y a diferencia del "arte similarmente influido realizado en Gran Bretaña y en los Estados Unidos"- en que no compromete explícitamente las "implicancias políticas" de la postmodernidad como relacionadas con cuestiones de identidad[24]. De manera contrastante, el film de Bette Gordon de 1984, Variety, está enraizado en inquietudes feministas respecto de la pornografía y la dinámica que engendra el acto mismo de mirar. Gordon explica:

Desde una perspectiva feminista, el placer de mirar en el cine ha sido conectado con la centralidad de la imagen de la figura femenina. Esto ha involucrado una exploración de la manera en que se construye en el cine la diferencia sexual, la manera en que la mirada es dividida (los hombres miran, las mujeres son miradas), y la representación del placer femenino.

El film de Gordon crea una narrativa en la que la taquillera de una sala porno comienza a seguir a un hombre de la audiencia, fantaseando con él. El film pone en primer plano las relaciones entre la "industria" porno y otras estructuras capitalistas que encauzan nuestros deseos, la manera en que nuestras fantasías eróticas son estructuradas a través de los medios, y de este modo, la falacia de pretender una voz personal única. Finalmente, la mujer contacta al hombre, explica que lo ha estado siguiendo, y arregla el encuentro en una oscura y lluviosa esquina que es la escena final del film. Cuando ninguno de ellos aparece, el film parecer estar sugiriendo la imposibilidad última de representar una experiencia personal auténtica. La negativa de Gordon a la satisfacción estética del final narrativo convencional se burla del arte que fusionaría los placeres modernos con las técnicas estilísticas postmodernas. Al mismo tiempo, su foco sobre cuestiones feministas previene a los espectadores de pasar por alto estas preocupaciones y les recuerda que ella habla desde su identidad como una mujer en una comunidad de feministas, y que ella ve a su audiencia en términos similares. Aunque esto se parece a la obra de Calle -o incluso la de Salle- en su compromiso con las ideas postmodernas acerca de representación y realidad, sin embargo, el film de Gordon es muy diferente en su énfasis sobre la identidad, tanto la de la autora como la de los espectadores. El compromiso de Gordon con las ideas feministas y postmodernas es indicativo de los despliegues del arte postmoderno en el transcurso de los '80[25].
Por supuesto, es peligroso generalizar acerca de una década que está tan cercana; dentro de un siglo tendremos un más fuerte consenso acerca de qué devino de la postmodernidad... y un siglo más tarde puede prevalecer un consenso diferente. Sean cuales fueren el o los eventuales consensos, sin embargo, es importante reconocer que la historia siempre refleja los propósitos de quien hace el registro -seleccionamos historias del pasado para dar sentido a quiénes somos (o aspiramos ser) hoy. Los escritos sobre la historia reciente aclaran especialmente este proceso, porque imponen una narrativa de los eventos que continúa revelándose en toda su complejidad diaria, y estos actos narrativos devienen ellos mismos documentos de la historia cuya crónica buscan realizar. La historia que este ensayo propone es la de una reconciliación, durante la década de los '80, entre la postmodernidad y el arte de la identidad al que Lippard llamaba en 1980. En la medida en que la presión feminista abrió a las mujeres mayores oportunidades para exhibir y publicar, los feministas ingresaron al mundo artístico postmoderno. Al mismo tiempo, a causa de la crisis del SIDA, los críticos gays ya asociados con la postmodernidad gravitaron hacia el activismo basado en la identidad del movimiento feminista. El resultado fue una convergencia de la teoría postmoderna con el arte y el activismo basados en la identidad.
Entre los artistas, la emergencia del feminismo y de la postmodernidad es generalmente citada en las obras de las neoyorkinas Cindy Sherman y Jenny Holzer o de la artista de base londinense Mary Kelly, las que alcanzaron prominencia en los '80. Tanto el potencial como los posibles riesgos de esta conjunción de fuezas, sin embargo, no pueden ser en ninguna parte mejor ejemplificados que en la carrera de otra de las artistas más conocidas de la década, Barbara Kruger. A comienzos de la década, Kruger ganó reconocimiento con una serie de obras sin título que combinaban fotografías en blanco y negro de apariencia genérica con provocativos textos, acentuadas por un marco rojo a manera de marca registrada. El trasfondo profesional de Kruger como diseñadora gráfica en jefe de Mademoiselle anima la dinámica visual de estas imágenes, pero su sostenida popularidad en el mundo artístico derivó más fundamentalmente de su capacidad para alcanzar dos distintas audiencias: la feminista que se identificó con su tono activista y la nueva generación de postmodernos principalmente varones quienes estaban ascendiendo a posiciones de poder en publicaciones periódicas tales como Art in America y October. Ambos grupos reclamaban a Kruger como propia, utilizando estrategias de explicación y apreciación que variaron desde lo contradictorio hasta la confrontación manifiesta.
Cuando Art in America lanzó su primer artículo sobre Kruger, su editor, Hal Foster, dijo que su meta fue "poner en crisis al lenguaje" (la frase es citada de un ensayo del teórico francés Roland Barthes) haciendo que la imagen hable al espectador como "usted", de manera tal que el significado cambia con cada espectador de acuerdo a un proceso gramatical analizado por Baudrillard. Foster alaba a Kruger por rechazar las viejas ideas modernas acerca de la pureza de la estética mezclando "lenguajes del yo, del arte y de la vida social", pero instándola a distanciarse de los espectadores que podrían leer el "nosotros" o el "nos" como la auténtica voz de la artista o creer "que el poder puede ser nombrado (o) localizado". Denunciando un esencialismo tal (una creencia en que hay esencias más allá o aparte de su representación), Foster insistía:

el poder y el deseo no son cosas fijas "fuera de aquí": existen, ocultos, en las representaciones. He aquí por qué Kruger reelabora sus imágenes -para ver quién trabaja a través de ellas, y para invertir el orden de "yo" el hablante, "tú" el sujeto.

La conclusión de Foster, "el discurso de cada obra nos implica a todos", niega el reclamo de políticas de identidad regresando a la retórica moderna de la universalidad[26]. La contradicción entre la identidad feminista y una postmodernidad asociada con teorías de la representación, que está implícita en el argumento de Foster, deviene explícita en la introducción a un catálogo de museo de 1986 de la obra de Kruger:

Fijar a Kruger como una feminista es no dar a su obra su derecho. Mientras muchas de sus imágenes soportan una lectura estrechamente feminista, el efecto acumulativo de su obra es llevar nuestra atención hacia un hecho social clave de la vida en la cultura infestada por los medios...: las lluvias de chispas semióticas desencadenadas diariamente en nuestra conciencia a través de la exposición constante a imágenes fabricadas[27].

Los feministas, mientras también admiraban a Kruger, rechazaban un análisis que subordinaba sus inquietudes como "estrechas" en comparación a la más bien eyaculatoria imagen de lluvias de chispas semióticas. Reviendo una exposición londinense de la obra de Kruger, el Woman's Art Journal afirmaba:

El discurso de Kruger es siempre definido genéricamente: el "yo/nosotros" es la voz de una mujer y el "usted" es dirigido hacia un hombre que está en el lado del poder dentro de una cultura patriarcal[28].

La revista hace cita de entrevistas con Kruger acerca de su propósito de "producir para un más activo espectador en algún sentido", una meta que ella dijo que era importante "para mí, primero como mujer y luego como artista". Citando a Hal Foster por su nombre, el Woman's Art Journal se quejó acerca de que Kruger "ha escapado a la conciencia de algunos espectadores (varones)... Si Foster ha comprendido el discurso genérico, tendría conocimiento de que el discurso de Kruger no es ambiguo sino incuestionablemente feminista". Y Kruger es nuevamente citada:

No estoy interesada en nada de este traspié subversivo complícito -una crítica implícita- del que habla la gente. La crítica en mi obra es justamente explícita, no es necesario leer tres ensayos de (el editor de October) Douglas Crimp para comprender lo que mi obra está diciendo.

Por supuesto, un postmoderno podría refutar que, a pesar de tales protestas, los catálogos para las muestras individuales de Kruger parecen portar irremediablemente el tipo de ensayo que ella dsprestigia aquí. Su exposición londinense de 1983, por ejemplo, tuvo como introducción un ensayo de Craig Owens, reimpreso en Art in America, el que (mientras se toma su tiempo para debatir la comprensión de Foster acerca de Baudrillard con conceptos de otras teorías lingüísticas continentales) aprueba la visión de Foster de que su obra no era de especificidad genérica: "Kruger aparece hablando a mí, este cuerpo, a este particular punto en el espacio". Escribiendo acerca de dos obras ilustradas al final de este libro (il. 129 y 130), Owens rechaza ciertas interpretaciones como demasiado literales. "¿Podemos tener la completa certeza de que esta mujer es víctima de la mirada masculina?" pregunta acerca de Untitled ("Your gaze hits the side of my face"), mientras Untitled ("You construct intricate rituals..."), insiste, no alude "a la homosexualidad reprimida, sino más bien al hecho de que el contacto físico en sí mismo deviene una ceremonia social". Owens concluye que "la obra de Kruger, entonces, no compromete ni el comentario social ni la crítica ideológica (actividades tradicionales de la políticamente motivada conciencia en aumento del artista). Su arte no tiene ambiciones moralistas o didácticas"[29].
Si Kruger podría atraer simultáneamente a dos audiencias fuertemente antagónicas, su talento desmiente los a menudo amargos argumentos que separaron al feminismo y a la postmodernidad a principios de los '80. Aunque a fines de la década, patidarios de ambos lados del debate fueron vistos por un terreno neutral. En 1989, Lucy Lippard explicaba" "Temo al 100 % del sensual y sentimental anti-intelectualismo que es lo peor del esencialismo, y temo al 100 % del intelectualismo academizado que es lo peor de la postmodernidad[30]. Poco después pedía más interacción entre los postmodernos del mundo artístico y el "arte activista" proveniente de comunidades definidas por la raza, la etnicidad, la clase, el género y la sexualidad: "Necesitamos un cuerpo ‘crítico’ producido por escritores, académicos, artistas y activistas que se "lean" unos a otros. Porque sin modelos y praxis, la más alta teoría no tiene posibilidad de efectividad, y viceversa"[31].
Explorando las potenciales intersecciones entre el mundo artístico y el activismo, Lippard citó varias instancias, entre ellas, "No hay razón... por la que algunos artistas no puedan protestar en la Catedral de San Patricio mientras otros actúan (act up) acerca del SIDA en los museos". Estos ejemplos fueron tomados de eventos acontecidos en la comunidad gay, en particular las demostraciones públicas masivas organizadas por la Coalición del SIDA para Provocar al Poder (AIDS Coalition To Unleash Power, ACT UP). Fundado en New York en 1987, ACT UP ganó notoriedad rápidamente por sus enfrentamientos públicos con individuos e instituciones que obstruían la prevención y el tratamiento del SIDA. El Arzobispo de New York, que hizo campaña contra la educación preventiva acerca del SIDA, devino un blanco de las protestas, las que culminaron cuando ACT UP (en coalición con la Acción y Movilización Sanitarias de las Mujeres (Women's Health Action and Mobilization, WHAM!) desbarataron su celebración de misa en la Catedral de San Patricio en 1989. Como con todas las demostraciones de ACT UP, el impacto visual del evento fue crucial. Carteles anunciando la acción cubrieron la ciudad por semanas antes y flotaron sobre las muchedumbres en la reunión. Dentro de la catedral, los activistas tomaron un "lugar de aparición" (desde donde cayeron al piso) y lanzaron preservativos al aire. El proceso de planeamiento y ejecución del evento fue documentado por ACT UP como un film, Stop the Church, de manera que entró al reino de la representación de una manera que fue estrechamente controlada por sus creadores.
Este énfasis sobre lo "visual" es típico de ACT UP, de donde salieron muchos miembros del mundo artístico neoyorkino que estaban siendo diezmados por el SIDA. Junto con la postmodernidad, el legado del arte de la performance estructuró las producciones de ACT UP, las que fueron reseñadas en su momento por críticos establecidos como Douglas Crimp. En 1987, Crimp dedicó un número de October al SIDA, forjando un vínculo de alto perfil entre esta publicación postmoderna y el activismo político. Allí y en sus escritos siguientes, Crimp publicitó las instalaciones y demostraciones de ACT UP, vinculándolas explícitamente a la manera en que "los cuestionamientos acerca de la identidad, la autoría y la audiencia -y las maneras en que las tres son construidas a través de la representación- han sido centrales para el arte, la teoría y la crítica postmodernas". Acerca de los posters de ACT UP, Crimp escribe "Asaltos a la autoría han llevado a la práctica de la producción anónima y colectiva. Asaltos a la originalidad han dado surgimiento a dichos como "Si funciona, úselo" o 'Si no es suyo, róbelo'"[32].
Una sensibilidad postmoderna es bien evidente en los carteles de ACT UP, los que, como la obra de Kruger, combinan texto en letras de molde con imágenes escabrosas. En efecto, un bien conocido gráfico de ACT UP, Estoy fuera, luego existo (il. 131), se apropia de una de las imágenes apropiadas de Kruger. Esta comparación, sin embargo, ejemplifica el cambio desde la temprana fijación postmoderna acerca de los significantes cambiantes y la teoría lingüística. Las imágenes de ACT UP están a un largo camino de la intercambiabilidad de "yo" y "usted", e incluso más lejos aún de las proscripciones de Craig Owens contra las enunciaciones directas acerca de la homosexualidad. Cualquier ambivalencia que pueda haber habido en la referencia al "Compro, luego existo" de Kruger (il. 132) es cancelada en el Estoy fuera, luego existo de ACT UP, que demanda ser leído como una franca articulación de identidad, realizada primero por el individuo portando la pancarta o usando la remera, pero en última instancia por lo que Lippard llamaría la com/unidad.
Al igual que la identidad feminista, la identidad gay se forjó más por enojo y desesperación que por afirmación y aspiración. Durante los '80, especialmente en Norteamérica, fue el SIDA -o, más específicamente, la indiferencia de la sociedad a una epidemia que en primera instancia golpeó a los varones gays- lo que catalizó la identidad gay como una nueva y poderosa influencia en el mundo del arte y en la más amplia cultura. El comienzo de la década no vio un equivalente gay de la comunidad de artistas y críticos feministas como Chicago y Lippard. En 1982, Extended Sensibilities: Homosexual Presence in Contemporary Art, la primer gran exposición neoyorquina de este tipo, encontró que su razón de ser de topó con el escepticismo, incluso entre algunos de los artistas presentados. Keith Haring, cuyo celebrado estilo graffiti fue convertido en base de la gráfica activista del SIDA, fue citado en una entrevista como típico en sus actitudes: "Haring acepta su homosexualidad pero no la ve como su único interés artístico"[33]. Al igual que declaraciones más tempranas de artistas como Bridget Riley y Helen Frankenthaler, quienes rechazaban la etiqueta de "artista mujer"[34], este comentario sólo toma sentido en su contexto como un rechazo de una identidad que -debido a la manera en que la esterotipificación sustancia jerarquías sociales- se hace indeseable porque es vista como totalizadora (xcluyendo cualquier otra "preocupación artística") de una manera en que no sucede con las identidades dominantes, como "masculino" o "estadounidense". La crisis del SIDA creó un clima en el que había más furia y menos que perder. Hacia fines de la década, tanto Haring como el reportero que cuestionaba la importancia de su identidad gay habían muerto, junto con decenas de miles de otros, en su mayoría varones gays y principalmente en las ciudades en las que está centrado el mundo artístico. Especialmente en Inglaterra y en los Estados Unidos, la indiferencia oficial a una emergencia en la comunidad gay pedía francas respuestas que enmarcaron al SIDA en el contexto de la identidad gay[35]. Hoy, una amplia variedad de artistas -un estimado calcula quinientos solamente en los Estados Unidos[36]- hace del SIDA una cuestión central en su obra, pero fueron los colectivos de artistas de ACT UP quienes crearon la más temprana y visible respuesta a la crisis, y esta obra, en carteles, remeras y revistas de arte, proveyó las imágenes más visibles de la identidad gay.
Mirando a la década de los '80, muchos comentadores han sido impactados por la manera en que el arte relacionado con el SIDA abrevó en "el análisis de base feminista que considera a las representaciones de la sexualidad dentro de la cultura" para crear estrategias que provoquen cambios sociales[37]. El uso de estrategias feministas es evidente, no sólo en la franca filiación de la imaginería de ACT UP, sino también en su énfasis sobre la identidad. Así como Judy Chicago, reconociendo que la identidad está enraizada en una noción de historia compartida utilizó su Dinner Party para encarnar la historia de las mujeres, de igual manera, la imaginería de ACT UP afirma y celebra una historia gay al mismo tiempo que sostiene cuestiones acerca del SIDA. Las imágenes para la campaña de ACT UP Read my Lips (il. 133), por ejemplo, fueron tomadas de fotos de archivo que documentan roles lésbicos en el Broadway de los '20 y bares gays para varones enrolados durante la Segunda Guerra Mundial. Más sutilmente, la iconografía de blancos de tiro, banderas y apagados paisajes urbanos en los posters de ACT UP recuerdan el arte de Jasper Johns y Robert Rauschenberg para afirmar la legalidad de la historia del arte gay. De manera similar, los coloridos fotorretratos de Andy Warhol hacen un fuerte eco detrás del Ronald Reagan verde ácido con ojos rosados en el poster "AIDSGATE" de ACT UP. En una cita directa a la obra más famosa de un artista gay, ACT UP cambió la pop invocación de LOVE de Robert Indiana en otro pedido: "RIOT" (il. 136)[38]. Eventualmente, artistas gays bien conocidos como Keith Haring comenzaron a crear directamente para ACT UP y otras campañas anti-SIDA, mientras artistas de ACT UP como Adam Rolston comercializaron sus trabajos relacionados con el movimiento a través de galerías establecidas. Al mismo tiempo, colectivos de artistas como Group Material y General Idea realizaron instalaciones relacionadas con el SIDA en museos y galerías por toda Europa y América, a menudo abrevando en las técnicas de Dadá y del Pop Art al yuxtaponer de manera nada simple objetos no artísticos, entre sí y respecto de su contexto artístico, pero ahora con un propósito didáctico mucho más evidente. Mientras a principios de la década de los '80 el mundo artístico adhirió a una postmodernidad definida en oposición a las prácticas basadas en la identidad asociadas con el feminismo, a fines de la década el despliegue y la articulación de la identidad fueron centrales para este tipo de práctica artística postmoderna.
La reorientación de la postmodernidad no podría haber acontecido sin una crítica de la teoría postmoderna. Como explicaba el crítico James Meyer, "La epidemia nos ha generado el cuestionamiento acerca del leitmotiv postmoderno de un espectáculo incognoscible... el SIDA (una epidemia, un movimiento, la muerte de un amigo) no sustancia la creencia propia en un concepto de lo social-como-texto, un gratis-para-todos de simulacros flotantes"[39]. En efecto, los '80 vieron a la postmodernidad revaluada por los críticos asociados con la teoría de su fase temprana. En 1985, Hal Foster, reconociendo el peligro nihilista en las ideas de Baudrillard, sugirió que el arte deconstructivo había devenido por sí mismo "una convención con necesidad de crítica", y comenzó a abogar por el arte de "movimientos sociales contrahegemónicos (feminista, tercermundista, gay...)" y culturas minoritarias. Cuando revisó y volvió a publicar su ensayo sobre Kruger de 1982, su título fue lo único que permaneció igual: un largo prefacio acerca de artistas políticos y el reconocimiento de las implicancias feministas de la obra de Kruger marcaron el nuevo interés de Foster en el arte de la identidad[40].
Mientras el cambiante énfasis de Foster fue no reconocido en su texto, artículos de Craig Owens y Douglas Crimp llamaron la atención respecto de sus cambiantes prioridades en el curso de los '80. Owens comenzó su "The Discourse of Others" de 1983 recriminándose por lo que llamó "burda negligencia crítica" en su ceguera al feminismo, un descuido, argumentó, que "indica un punto ciego en nuestras discusiones de la postmodernidad en general: nuestra fracaso para señalar la cuestión de diferencia sexual -no sólo en los objetos que discutimos, sino también en nuestras propias enunciaciones". Tanto en su mensaje como en su recepción, este ensayo es paradigmático de los cambios filosóficos que tuvieron lugar en los '80. Hoy está entre los ensayos escogidos más a menudo para los antologías de los textos de estudio de los colleges[41]. En su publicación de 1983 en una antología acerca de la postmodernidad, sin embargo, los feministas notaron privadamente la posición de Owens como orador varón (spokesman) del feminismo como sintomático del perpetuamiento de la autoridad masculina de la nueva vanguardia. En efecto, a pesar del argumento de Owens acerca de la atención a la "diferencia sexual" en "nuestra propia enunciación", su posición como un hombre -y, en particular, como un hombre gay- permanece inmencionada y está, efectivamente, socavada por la conclusión del ensayo, que acepta que "el discurso de la obra de Kruger es siempre específicamente genérico" pero argumenta que sus textos "demuestran que masculino y femenino en sí mismos no son identidades estables, sino sujetos de inter-cambio".
En 1987, Owens dio el paso al que él mismo llamaba en 1983. En "Outlaws: Gay Men in Feminism", que reconoce fue provocado por la crítica feminista de su trabajo más temprano, Owens es explícito acerca de su propia identidad gay, y elogia a los feministas que ven el vínculo entre homofobia y misoginia como formas gemelas de control social. Sumándose a su voz francamente gay, "Outlaws" evidencia un segundo cambio en los escritos de Owens que abreva en un nuevo fundamento teórico. La semiótica y lo deliciosamente escurridizo de los significantes han dado camino a la historia y a la antropología (en citas de Michel Foucault y Claude Lévi-Strauss) junto a análisis francamente políticos de la Alemania nazi y de la Suprema Corte norteamericana. Lejos de terminar alabando un arte que "no se compromete ni con el comentario social ni con la crítica ideológica", como hizo acerca de Barbara Kruger en 1983, Owens finaliza su trabajo de 1987 con un llamamiento a los varones gays y a los feministas a asociarse para resistir a la homofobia, "una preocupación central de cualquier coalición política de izquierda".
En ninguna parte la importancia de esta cuestión para la sociedad es más aparente que en el hecho de cómo el gobierno y los medios han convertidos a los hombres homosexuales en cabeza de turco para la pandemia del SIDA -una táctica homofóbica que es tanto más amenazadora que la enfermedad misma para el bienestar de la totalidad de la población[42].
Dos años después, Owens mismo moría víctima del SIDA.
Al igual que Owens, a fines de los '80 Douglas Crimp también revisó públicamente su propia crítica, y con ésta lo que llamó "teoría postmoderna". Observando su temprano tratamiento de dos artistas que trabajan con el género, Crimp cuenta cómo en 1983 celebró la apropiación postmoderna de imágenes modernas canónicas realizada por Sherrie Levine. Levine simplemente refotografió uno de los celebrados estudios fotográficos que Edward Weston realizó de su hijo, presentándolo como Untituled (After Edward Weston), en un desafío a las convenciones modernas de autoría, originalidad y efectivamente del arte mismo. En contraste, Crimp consideró que la "anticuada apropiación moderna" de Robert Mapplethorpe simplemente tomaba prestadas convenciones modernas de fotografía artística para realizar objetos altamente comercializables. Sin embargo, mirando retrospectivamente a los '80 desde una perspectiva de 1990, Crimp halló que controversias sobre la imaginería relacionada con el SIDA y la inversión pública en las artes colocaba su comparación de Levine y Mapplethorpe bajo una nueva luz. Lo que se le perdió, sugiere, fue la manera en que ambos tipos de imágenes eran lo mismo: ambas presentan el cuerpo masculino como sexual, aumentando la posibilidad de una mirada (gaze) homoerótica. Incluso medida con la vara de las acciones recientes de la clase dirigente académica y política, dice Crimp, esta sugerencia de identidad gay es más desafiante de lo que las cuestiones "parroquianas" de autenticidad y apropiación siempre parecieron ser. Lo que hemos tenido que aprender recientemente, no de sino a pesar de la postmodernidad, dice, son "las peligrosas, incluso homicidas maneras en las que la homofobia... estructura todo aspecto de nuestra cultura". Concluye: "Lo que debe hacerse ahora -sólo como una manera de comenzar rectificando nuestro descuido- es nombrar a la homofobia"[43].
Esta urgencia por nombrar -nombrar una identidad y el mecanismo de opresión que la estructura- puede ser lo más característico de la postmodernidad a fines de los '80. No ya la postmodernidad que sublimó inquietudes sociales en una retórica de abstracción espiritual, ni la actuación igualmente abstracta de significantes sociales que fue celebrada por los postmodernos diez años antes. Un lógico resultado del alejamiento desde la abstracción y hacia la especificidad es la autobiografía, que deviene un importante vehículo para artistas que trabajan con cuestiones de identidad en la medida en que los '80 dieron camino a los '90. Jack Pierson, Lyle Ashton Harris y -mejor conocido- David Wojnarowicz combinaron imaginería personal y de los medios masivos de comunicación en sus pinturas autobiográficas y sus instalaciones de galería. Sus obras aceptan la suposición postmoderna de que la subjetividad individual es creada a través de signos y símbolos sociales, pero, lejos de demorarse en una universalidad impersonal, enfatizan la especificidad de la posición del artista en la intersección de la identidad gay con identidades basadas sobre la raza y la clase. Al igual que el arte autobiográfico feminista que Lippard citó como caracterizador de los '70, esta obra, aunque personal, no es solipsista. El foco sobre la identidad da la ejemplaridad individual de una comunidad. Las imágenes desiertas de Wojnarowicz, que incluyen a menudo furiosos comentarios políticos, fueron cimentadas en la conciencia pública norteamericana como expresiones de identidad gay cuando al ser foco de ataques altamente publicitados por parte de oradores religiosos y políticos de derecha, quienes objetaron la exhibición de su obra en exposiciones de soporte impositivo[44]. Ataques similares sobre Robert Mapplethorpe alteraron la percepción de este fotógrafo, como indican los comentarios de Crimp, que pasó de un maestro de la técnica formal a un emblema de la identidad gay.
Mientras el SIDA -que recientemente reclamó las vidas tanto de Mapplethorpe como de Wojnarowicz- trajo una nueva urgencia a cuestiones de identidad gay en el mundo artístico, los finales de los '80 también vieron un resurgir de obra explícitamente feminista, ahora insuflada con principios postmodernos. El juego lingüístico postmoderno es evidente en el nombre de las Guerrilla Girls, un colectivo cuyos posters, que documentan con acritud el racismo y el sexismo en el mundo artístico, aparecieron en las calles de New York en 1985 y pronto se extendieron a otras ciudades norteamericanas; las mujeres involucradas preservan su anonimato utilizando máscaras de gorila en las apariciones públicas[45]. Quizás el mejor ejemplo de arte en la intersección entre la comunidad feminista, la identidad sexual, la deconstrucción postmoderna del significado y las controversias de la censura que juntas caracterizan el mundo artístico a fines de los '90 es la obra de otro colectivo: Kiss & Tell de Vancouver. Su instalación Drawing Line (il.138), que recorrió Canadá, los Estados Unidos y Australia, presenta, en sus palabras, "100 fotografías de sexualidad lésbica, dispuestas desde las menos hasta las más controvertidas"[46]. Los visitantes fueron provistos de lapiceras y se les pidió que registrasen sus comentarios (imágenes o palabras): las mujeres en las paredes, alrededor de las fotografías, y los varones en un libro situado en el espacio central de la galería. Los significados de las imágenes, entonces, cambian en el transcurso de cada exposición, especialmente dado que los graffiti que serpentean alrededor de las imágenes se multiplican, y que unas mujeres a menudo amplían o refutan el comentarios de las otras.
Ni un retroceso al arte feminista de los '70 ni el espectáculo deconstructivo de la temprana postmodernidad funciona como éstos ejemplificando la convergencia de estas dos tendencias sobre el curso de los '80. La palabra de Lucy Lippard, "com-unidad", podría ser el emblema verbal de este arte, porque combina el tipo de lingüística deconstructiva que desmantela un término para revelar su significado con una afirmación de identidad colectiva. En este despliegue de un arte de la identidad, tanto el feminismo como el activismo acerca del SIDA han sido profundamente influyentes, basando la teoría postmoderna en la práctica social e inspirando a una nueva generación para participar e interesarse en el arte.


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[1] REED, Christopher [1993]. “Postmodernism and the Art of Identity”, en STANGOS, Nikos (ed.) [1974]. Concepts of Modern Art. From Fauvism to Postmodernism. 3º updated ed. New York: Thames and Hudson, 1994. Ed. or.: Penguin Books. Trad.: Marcelo Giménez.
[2] DEZIN, Norman K. "Post-modern Social Theory". Sociological TheorySociological Theory. Vol. IV, Nº 2, Fall 1986, p. 194-204.
[3] JENCKS, Charles. The Language of Post-Modern Architecture. London: 1977; citado en KURTZ, Bruce D. Contemporary Art 1965-1990. Englewood Cliffs: 1992, p. 190; ROBINS, Corinne. The Pluralist Era: American Art, 1968-1981. New York: 1984, p. 1.
[4] JENCKS, Charles. Times Literary Supplement. [carta del] March 12th, 1993.
[5] BAUDRILLARD, Jean. Simulations. Trad.: Paul Foss, Paul Patton, Philip Beitchman. New York: 1983.
[6] HEARTNEY, Eleanor. "David Salle: Impersonal Effects". Art in America. June 1988, p. 121.
[7] STEVENS, Mark. "A Painter's Pratfall". Newsweek. November 16th, 1987, p. 119; HUGHES, Robert. "Expresionist Bric-à-Brac". Time. November 1st, 1982, p. 71.
[8] HUGHES, Robert. "Random Bits from the Image Haze". Time. February 9th, 1987, p. 68-69.
[9] HUYSSEN, Andreas. "Mapping the Post-Modern". New German Critique. Nº 33, Fall 1984, reimpreso en HUYSSEN, Andreas. After the Great Divide: Modernism, Mass Culture, Post-Modernism. Bloomington: 1986, p. 178-221.
[10] BROOKNER, Jackie (ed.). “Art and Ecology”, número especial de Art Journal, Summer 1992.
[11] PINDELL, Howardena. "Art World Racism: A Documentation". New Art Examiner. March 1989, p. 32-4; FAILING, Patricia. "Black Artist Today: A Case of Exclusion". ART News. March 1989, p. 124-31.
[12] Quiero argumentar que los artistas de color que alcanzaron el mayor reconocimiento mundial -Betye Saar, Faith Ringgold, Jaune Quick-to-See Smith, por ejemplo, o los cineastas Marlon Riggs e Isaac Julien- ganaron acceso a revistas, galerías, becas y audiencias a través de su superpuesta identidad como feministas o gays. Ejemplos prominentes de "esponsoreo" feminista o gay de artistas de color hacia la notoriedad por el mundo artístico incluye la curaduría de Harmony Hammond con Jaune Quick-to-See Smith de Women of Sweetgrass, Cedar and Sage, Gallery of the American Indian Community House, New York, 1985; las Mixed Blessings: New Art in a Multicultural America de Lucy Lippard, New York, 1990; y la iniciación de Interrogating Identity de Thomas Sokolowski, Grey Art Gallery and Study Center, New York, 1991.
[13] Investigaciones de la producción artística femenina a través de la historia incluyen POLLOCK, Griselda, PARKER, Rozsika. Old Mistress: Women, Art and Ideology London: 1981; y CHADWICK, Whitney. Women, Art and Society. London: 1990. Para investigaciones de la homosexualidad en las artes, véase SASLOW, James. "Closets in the Museum: Homophobia and Art History", en JAY, Karla, YOUNG, Allen (ed.). Lavender Culture. New York: 1978, p. 215-27; y COOPER, Emmanuel. The Sexual Perspective: Homosexuality and Art in the Last One Hundred Years in the West. London: 1986. Un excelente estudio en profundidad de la homosexualidad en el arte renacentista es SASLOW, James. Ganymede in the Renaissance: Homosexuality in Art and Society. New Haven: 1986.
[14] Un ejemplo concreto se ve en las reglas del "Artists Club" del expresionismo abstracto, cuya constitución fundante excluye de su participación a dealers, críticos, mujeres y homosexuales. Véase GIBSON, Ann Eden. Abstract Expressionism, Race, and Gender. New Haven: 1994.
[15] KRAMER, Hilton. Revnge of the Philistines: Art and Culture, 1972-1984. New York: 1985.
[16] POLLOCK, Griselda. "Feminism and Modernism", en PARKER, Rozsika, POLLOCK, Griselda (ed.). Framing Feminism: Art and Women's Movement, 1970-1985. London: 1987, p. 79-122. Para una crítica reciente que se extiende más allá del mundo artístico, véase BRODRIBB, Somer. Nothing Mat(t)ers: A Feminist Critique of Post-Modernism. North Melbourne: 1992.
[17] SCHNABEL, Julian. "The Patients and the Doctors". Artforum, February 1984, p. 54-8. Véase también LE CORLETT, Mary. "Jackson Pollock: American Culture, the Media and the Myth". Rutgers Art Review. 8, 1987, p. 71-106.
[18] LIPPARD, Lucy. "Sweping Exchanges: The Contribution of Feminism to the Art of the 1970s". Art Journal. Fall-Winter 1980, reimpreso en Get the Message: A Decade of Art for Social Change. New York: 1984, p. 149-58. Aunque el ensayo de Pollock es citado como una crítica de Lippard, sigue sustancialmente los puntos de Lippard, sugiriendo que los feministas a veces son ellos mismos susceptibles a los reclamos de originalidad autoritaria que atribuyen a la modernidad.
[19] CHICAGO, Judy. Through the Flower: My Struggle as a Woman Artist. Garden City, N.Y.: 1977; The Dinner Party: A Symbol of Our Heritage. Garden City: 1979; Embroidering Our Heritage: The Dinner Party Needlework. Garden City: 1980; The Birth Project. Garden City: 1985.
[20] David Salle, 1981, entrevistado por Peter Schjeldahl, en SIEGEL, Jeanne (ed.). Art Words 2: Discourse on the Early 80s. Ann Arbor: 1988, reimpreso como Art Talk: The Early 80s. New York: p. 171.
[21] ZEMEL, Carol. "Postmodern Pictures of Erotic Fantasy and Social Space". Genders, 4, Spring 1989, p. 27 y 31-32. Para una crítica similar, véase STORR, Robert. "Salle's Gender Machine". Art in America. June 1988, p. 24-5.
[22] Salle, entrevistado por Schjeldahl, p. 172.
[23] BAUDRILLARD, Jean. "Please Follow Me", en CALLE, Sophie. Suite vénitienne. Seattle: 1988, p. 82 y 86 (elipsis final del párrafo citada en el original).
[24] ROCHETTE, Anne. "The Post-Beaubourg Generation". Art in America. June 1987, p. 41-9.
[25] GORDON, Bette. "Variety: The Pleasure in Looking", en VANCE, Carole S. (ed.). Pleasure and Danger: Exploring Female Sexuality. London: 1984, p. 189-203. Para el transfondo teórico de estas ideas, véase MULVEY, Laura [1975]. "Visual Pleasure and Narrative Cinema", en Visual and Other Pleasures. Bloomington, Indiana: 1989, p. 14-26.
[26] FOSTER, Hal. "Subversive Signs". Art in America. November 1982, p. 88-92.
[27] BAKER, Kenneth. "The Art of Barbara Kruger", en UNIVERSITY OF ILLINOIS. KRANNERT ART MUSEUM (Urbana-Champaign). Slices of Life: The Art of Barbara Kruger. 1986, p. 3-5.
[28] KAMIMURA, Masako. "Barbara Kruger: Art of Representation". Woman's Art Journal. Spring-Summer 1987, p. 40-3. Kamimura reconoce aquí como una excepción la obra de Kruger "You are not yourself".
[29] Craig Owens, en su ensayo del catálogo INSTITUTE OF CONTEMPORARY ARTS (London). Barbara Kruger: "We Won't Play Nature to Your Culture". 1983, revisado como "The Medusa Effect or, The Specular Ruse" Art in America. January 1984, p. 97-105. También reimpreso en Beyond Recognition-Representation, Power, and Culture, Berkeley, Los Angeles, Oxford: 1992, p. 191-200.
[30] LIPPARD, Lucy. "Both Sides Now (A Reprise)". Heresies. 24, Fall 1989, p. 29-34.
[31] LIPPARD, Lucy. "Hanging Onto Baby, Heating Up the Bathwater". 1988, revisado y reimpreso en LITTLE, Craig, O’BRIAN, Mark (ed.). Reimaging America: The Arts of Social Change. Philadelphia: 1990, p. 227-234.
[32] CRIMP, Douglas, ROLSTON, Adam. AIDS Demo Graphics. Seattle: 1990, p. 18. CRIMP, Douglas. "The Boys in My Bedroom". Art in America. February 1990, p. 47-49. Véase también "AIDS: Cultural Analysis, Cultural Activism", October, 43, Winter 1987.
[33] MOUFARREGE, Nicolas. "Lavender: On Homosexuality and Art". Arts. October 1982, p. 84. Véase también CAMERON, Daniel J. Extended Sensibilities: Homosexual Presence in Contemporary Art. New Museum, New York: 1982; OSTERMANN, Gladys. "Panel Reviews-Recent Issues and Perspectives: Homosexual Sensibilities". Women Artists News. Vol. VIII, Nº 3, Spring 1983, p. 6-9.
[34] NEMSER, Cindy. Art Talk: Conversations with Twelve Women Artists. New York: 1975, p. 4.
[35] WATNEY, Simon. Policing Desire: Pornography, AIDS and the Media, Londres: 1987.
[36] Robert Atkins en conversación con Thomas Sokolowski en From Media to Metaphor: Art About AIDS, Independent Curators Inc., New York: 1992, p. 18. Un importante exposición más temprana sobre trabajos relacionados con el SIDA es Witnesses: Against Our Vanishing, Artists Space, New York, 1989.
[37] FERNANDES, Joyce. "Sex into Sexuality: A Feminist Agenda for the '90s”. Art Journal. Spring 1991, p. 35-38.
[38] Ilustraciones de la gráfica de ACT UP pueden encontrarse en CRIMP, Douglas, ROLSTON, Adam. AIDS Demo Graphics, citado más arriba (nota 31).
[39] MEYER, James. "AIDS and Post-Modernism". Arts. April 1992, p. 62-68.
[40] FOSTER, Hal. Recordings: Art, Spectacle, Cultural Politics. Washington: Port Townsend, 1985, p. 99-115, 146, 154-155, 170, 176-177, elipsis en el original.
[41] OWENS, Craig. "The Discourse of the Others: Feminist and Postmodernism", en FOSTER, Hal (ed.). The Anti-Aesthetics: Essays in Post-Modern Culture. Washington: Port Townsend, 1983, p. 57-82; reimpreso en BROUDE, Norma, GARRARD, Mary (ed.). The Expanding Discourse: Feminism and Art History. New York: 1992, p. 487-502; RISATTI, Howard (ed.). Postmodern Perspectives: Issues in Contemporary Art. Englewood Cliffs: 1990, p. 186-207; ROSS, Stephen David (ed.). Art and Its Significance. 2nd. ed. Albany: 1987, p. 584-91; al igual que en Beyond Recognition, citado arriba (nota 29), p. 166-190.
[42] OWENS, Craig. "Outlaws: Gay Men in Feminism", en JARDINE, Alice, SMITH, Paul (ed.). Men in Feminism. New York: 1987, p. 219-232; reimpreso en Beyond Recognition, citado arriba (nota 29), p. 218-235.
[43] CRIMP, Douglas. "Boys", citado arriba (nota 32). Compárese su "Appropriating Appropriation", ensayo de catálogo para INSTITUTE OF CONTEMPORARY ARTS(Philadelphia). Image Scavengers: Photography. 1983.
[44] DUBIN, Steven C. Arresting Images: Impolitic Art and Uncivil Actions. New York: 1992, p. 208-219. Para una revisión de la obra de David Wojnarowicz, véase BLINDERMANN, Larry (ed.). Tongues of Flame. University Galleries, Illinois State University, 1990.
[45] HARRISON, Amy. Guerrillas in our Midst. 1992 (film documental).
[46] KISS & TELL [Susan Stewart, Persimmon Blackbridge, Lizard Jones]. Drawing the Line: Lesbian Sexual Politics on the Wall. Vancouver: 1991, n.p.

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