lunes, 18 de agosto de 2014


Tucidides Fuentes

Fontana.
Herodoto aproximación  hist total, de la humanidad. Tucidides localista.
Tucidides. Ateniense (460 – 400. a.c), discipulo de H. Ms joven de familia aristocrata de origen tracio. Comineza escribir guerra de atenas y esaparta al iniciarse 404. General., exiliado por fracaso militar, nueva vision de la guerra por conocimiento de otros bandos.

Hist de la guerra del Peloponeso . Dif Herodoto. Mirada al presente y asuntos internos de los griegos (menos entusuiasmo por democracia en atenas)
Primer libro muestra explicación del metodo empleado y arqueologia d ela hsistoria de Gr. Hasta las guerras medicas. Demostrar que las g anteriores no eran tan importantes, menos importantes por disponer de menos recursos. Luego estudia causas del conflicto entre atenas y esparta.

Limitaciones. Estrechez de miras de su vision localista frente a universalismo de H y el ceñirse a tiempos inmediato.
Virtudes. Pretension de exactitud:
Carácter laico de sus explicaciones.
Realismo politico. Lo lleva  e xponer (en boca de protagonistas) que el éxito de la guerradepende de los recursos economicos acumulados o la logica del imperialismo. Realismo llega al maximo en libro sexto y septimo, relata expedicon de atenienses a Sicilia y denucia incompetencias y traiciones que los llevan al fracaso.

Tartar de comprenderlo desde la concepción de hist de su tiempo, la historiografia greco latina es fundamentalmente contemporanea. Histo como metodo de analisis de la realidad vivida. Utilizacion del tiempo reciente como unica posibilidad para el historiador como condicion de testimonio presencial, como criterio de veracidad.

Dosse.
H. la verdad del lado de lo oral, si no del oráculo. Aun no hay un corte radical entre el aedo y el histor, h va de ciudad en ciudad, como el rapsoda para dar a conocer sus relatos en lecturas publicas que apelan a todas las técnicas retóricas destinadas a suscitar el agrado.. Necesidades de indagación, llevan a viajar. Conocer al otro para conocer mejor sus propios limites. Valorización de ciudad griega contra el despotismo. Oposicion modelo de la dike y el de la hubris. Opone regimenes según modalidades de organización política.

T. descalificación de la obra de H. como fabulador, mentirosos, mitologo. Demasiado cerca de la leyenda y lejos de las reglas de establecimiento de la verdad. Fabuklador que inventa para lenar lagunas. Se lo asimila a figura de oximoron: mentiroso veraz.
Acusa  H como logografo, sus composiciones aspiran al agrado del oyente mas que a la verdad, se trata de hechos improbables cuya antigüedad los condena al papel de mitos de los que nose puede dar fe.
T se desvincula de H insistiendo en la tarea del hist analoga a la de la investigación jusdicial. La verdad como razon de ser del hist.
Plantea reglas constitutivas del metodo: “solo hablo cmo testigo presencial o después de hacer una critica tan cuidadosa y completa como sea posible de mis informaciones.”
Inquietud de objetivacion de lo real historico. “ el autor se consagroa  su trabajo desde la apricion de los primeros sintomas de la guerra·”
Su campo de investigacin, lo percibido por el mismo. Periodo que le es contemporaneo y liugar donde se situa. Reduce opreacion historiografica a una restitucion del tiempo presente resultante de una borradura del narrador. Cmo si los hechos hblasen por si solos.
La guerra del Peloponeso como su objeto de estudio donde se enfrentan Atenas y Esparta. Para T la hist es asunto de los hombres, y las pasiones se encarnan en lo politico, capaz de transformar la realidad. La determinación ultimade su obra es politica dentro de la configuración ateniense. Tucidides confiere a su obra virtud pedagogica, de donde extraer enseñanazas para futuras generaciones. Historiador como verdadero clinico.

Privilegio de la mirada. El saber del historiador consiste exclusivamente en el ver ( no decir lo que se dice). Relato factico como insitencia en contrato con la verdad. (la logica del imperialismo ateniense se convierte e el principio regulador del discurso del historiador). Inquietud demostrativa que lo lleva a organizar su discurso de acuerdo a elecciones en funcion de reglas de unidad; de lugar (mdo griego), de tiempo (duraicion del conflicto), de composición (todo se sostiene), de problema (el de la guerra.
Atenas como modelo excepcional imposible d eimitar, condenado al fracaso. L imperialismo de la potencia maritima ateniense es el fundamento mismo de la guerra.

Tucidides construye lo que será el esquema mismo de la escritura historiográfica con su lógica articulada alrededor de las causas, los hechos, las consecuencias.
Encadenamientos escapan a las contingencias y privilegian los aspectos psicológicos, las decisiones humanas. Su procedimiento: encadenamientos psicológicos por alternancias de choque de dos intensiones antagónicas. Historiacom antilogia en acción.

Primera parte del enfrentamiento argumentativa, luego batalla en su desarrollo tactico.
Obj: adquirir una inteligibilidad de lo real y el discurso del historiador. Discurso fuertemente marcado por retórica argumentativa. Movimiento dialéctico del pensamiento a parir de argumentos contrarios convincentes. De la relación de ambos discursos inversos puede surgir la verdad.

Mediante su relato T celebra el poderio ateniense pero lo considera como una excepción, y lo estima condenado a un eterno retorno. Este horizonte dramatico del fracaso que conviene supera corresponde al estado de animo de los ultimos años del siglo V ac que consagran el fin del mundo de las ciudades y el advenimiento de entidades politicas mas grandes.











Trabajo 2. Fuentes
TUCIDIDES. Historia de la guerra del Peloponeso. Jose Alsina: selección, traducción introducción y notas. Ediciones Guadarrama. Punto Omega

“El ateniense Tucidides historia en este libro la guerra entre la Liga peloponesia y Atenas; empezó a trabajar en su obra en el miento de estallar, pues intuyo que iba a ser importante y desde luego mas memorable que toas las anteriores.” P 37
 “(...) los hechos ocurridos anteriormente, los que les precedieron, resultaban difícilmente historiables debido a su remota antigüedad (...)”

Tucidides partiendo de la base que el campo de investigación del historiador para él  debe limitarse al periodo y lugar que y donde le toca vivir, toma como objeto de estudio  la guerra del Peloponeso  donde se enfrentan Atenas y Esparta (dura del 431 a.c al 404 A.c.). Las razones que justifican su elección se centran en la importancia adjudicada a tal conflicto en contraposición a las anteriores guerras, en tanto se enfrentan entonces dos bloques en posición de sus máximos recursos “(..) en plenitud de todo su potencial (...)” y la dimensión que adquirió tal crisis.

La elección de su objeto de estudio esta estrechamente ligado al método empleado, la idea de historiador y su deber moral como un investigador judicial, un testigo presencial plenamente comprometido con la “verdad” y derivara en una disciplina de visión localista y articulada en un relato fáctico en tiempo presente.  Para tucidides el saber del historiador consiste exclusivamente en el ver.

“(...) a los avatares del conflicto, me he creído en el deber moral de historiarlos no apoyándome en el testimonio de cualquier informador, o como yo me los imaginaba; mi narración se basa en lo que personalmente he presenciado y en las declaraciones de terceros, minuciosamente controladas por una rigurosa critica.” P 43

Otra de la razones a tener en cuenta es que la historia de Tucidides es una historia, política, militar, esta es la determinación ultima de su obra. Para el el hombre político tiene la capacidad de encarnar pasiones capaces de transformar la realidad histórica. Y de ahí el carácter pedagógico de hacer este tipo de escritura.

 “(...) me daré por satisfecho con que la juzguen de utilidad todos aquellos que aspiran a formarse una idea de los hechos del pasado y de aquellos que, mas o menos semejantes (...) puedan ocurrir en el futuro.” P 43.

De acuerdo a su método, Tucidides descarta de su escritura todo elemento legendario y se distancia rotundamente de la figura del aedo, el rapsoda, los poetas y cronistas, argumentando que sus relatos tienden a engañar al hombre, con el fin de embellecer los hechos sin perseguir la verdad como razón de ser de la historia. Los hechos incomprobables se vuelven leyendas y mitos. Allí reside la critica a su maestro Herodoto, a quien tildara como fabulador, mitólogo, descalificando su obra.

“(...) no se engañará, sin conceder mas crédito al canto de los poetas, (...) ni a las narraciones de los cronistas, mas inclinados a encandilar el oído que a contar la verdad, y  toman como temas de sus obras hechos que no pueden comprobarse (...)  P 42

La inquietud demostrativa de Tucidides lo lleva a organizar su discurso de acuerdo a elecciones en función de  cuatro reglas de unidad; de lugar (mundo griego), de tiempo (duración del conflicto), de composición (todo se sostiene), de problema (el de la guerra).
A su vez, su escritura esta articulada alrededor de las causas, los hechos, y  las consecuencias de la guerra; en relación al imperialismo y poderío marítimo de Atenas. Los encadenamientos que elige son de carácter psicológico y la relación de estos se da por oposición de intensiones. En este sentido Dosse habla de una historia como antilógica en acción. Modo que a su vez, remite a Protágoras, a la filosofía griega donde de la contraposición de dos opuestos nace un movimiento dialéctico del pensamiento. Y al modelo democrático de la exposición de puntos de vistas opuestos (de donde puede surgir la verdad).

“He empezado por exponer, de entrada, los motivos de esta ruptura y los conflictos que la fomentaron. (..) Pero los motivos que oficialmente adujeron uno y otro bando para conculcar la tregua y romper las hostilidades fueron los que expongo a continuación.” P44

Fuentes
HERODOTO DE HALICARNASO. Los Nueve Libros de la Historia. Libro Primero. Clio. Editorial Porrua, S.A, México, 1986.

1- “La publicación que Herodoto de Halicarnaso va a presentar de su historia, se dirige principalmente a que no llegue  desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres, ni menos a oscurecer las grandes y maravillosas hazañas (...) Con este objeto refiere una infinidad de sucesos varios e interesantes, y expone con esmero las causas y motivos de las guerras que se hicieron mutuamente los unos a los otros.” P1

Se puede ver en esta cita varios de los aportes de Herodoto al discurso historiográfico; comenzando por la utilización del termino Historia (que aparece por primera vez en estos nueve libros) y el carácter de objetividad pretendida por el historiador, a partir del distanciamiento de los hechos con la utilización de la tercera persona para el relato historiográfico. Este borramiento de huellas va de la mano con la búsqueda de verdad, criterio que debe primar para el historiador, y lo llevara a explorar, indagar, confrontar experiencias y relatos en una practica de investigación sistemática.
También aparece aquí  el objetivo de la escritura, evitar que queden en el olvido determinados acontecimientos, y no meramente una crónica de acontecimientos sino la investigación de hechos pasados en su relación con el presente. Y por ultimo el interés de Herodoto hacia “los unos y los otros” de carácter antropológico, aproximándose a la cultura de otros pueblos, y no tan localista, junto a la necesidad de contrastar relatos diversos.

2- “Cuanto llevo dicho hasta el presente es lo que yo mismo vi, lo que supe por experiencia, lo que averigüe con mis pesquisas; lo que en adelante ire refiriendo lo oi de boca de los egipcios, aunque entre ellos mezclare algo aun de lo que vi por mis ojos.” P87
“decíanme (...)”  “contaban (...)”
“Asi me expreso porque siempre he tenido la creencia de que los colcos no son mas que egipcios, pensamiento que concebí antes que ha ninguno lo oyera. Para salir de dudas y satisfacer mi curiosidad, tome informes de entrambas naciones, y vine a descubrir que (...)”  p88
“(...) no quiero omitir otra prueba de su mucha semejanza con los egipcios (...)” p 89
“vi, yo (...),  lei (...), y note (...)” p89
“He aquí en verdad lo que me referían los sacerdotes acerca de Helena, cuando yo les pedía informes.” P91

En cuanto al método de trabajo, se trata de un trabajo de indagación, exploración, a partir de lo visto, la experiencia vivida y sino el relato de otros. Hay una primacía de la mirada que lleva a la valorización de la oralidad por sobre la escritura. Es una investigación y confrontación que derivara en la versiones que Herodoto considera las mas razonables. Pero resguardándose de no omitir en su relato las distintas versiones existentes sobre un mismo hecho. Para esta investigación es necesario viajar y apuntar, tal como o hacían los logógrafos del Asia menor.
Hay en este método un proceso de alejamiento del reino del poeta, y el discurso por inspiración divina (musas, oráculos, deidades) hacia una racionalización del discurso como exposición de una investigación, indagación. Carácter que va de la mano al proceso de secularización de las ciudades estados, polis griegas del siglo V.



Dosse:
Nac de la hist como discurso literario en torno a la busqueda de la verdad.
Herodoto Grecia s V a.c.
Vive periodo entre guerrras medicas y la del Peloponeso. Buscar causas, antecedentes de las guerras medicas.
nacimiento de nuevo genero, la historia. Sustitucion reino del poeta, por el trabajo de indagación propio del histor, no olvidad actos del hombre, guardar en la memoria.
El nombre historia y la tercera persona. (ausencia del historiador) Tomar distancia carácter de objetividad de la narrcion. (no hablan las musas) es la exposición de su indagación.
Relacion de este nacimiento con el desarrollo de las polis, ciudades estados grgas. Proceso de secularización (sustitución musas y heroes)
La verdad del decir para el discurso del histor, en Herodoto se situa en el ver. La mirada, el ojo, da primacia de la percepción a la oralidad sobre la escritura. Si no se ve, se recurre a lo que se ha escuchado. Desvalorizacion de la escritura. La verda del lado de lo oral.
Doble plano de temporalidad interna en la escitura de Herodoto.
Formulacion de un juicio normativo,valorizar ciudad griga contraa despotismo. Modelo de la dike, mesura sobr el de hubris.

Fontana
Historiografia griega se ocupa mas de los acontecimientos concernientes a los ciudadanos. Cominezos de conciencia politica.
Pensarla dentro del marco de los ateienses de distinguirse del resto de los estados griegos y de oriente.
No merac ronica de acontecimientos sino una investigación historica de hechos que se relacionan con el presente. Por nifluenca de la poesia epica, relatos homericos. Ifluencia de los primiores filosofos jonios. La palabra historia refiere a una practiaca de investigación sistematica, defriva del erbo explorar, descubrir. Influencia de los logografos de asia menor, observan y toan nota sobre costumbres e historia local (en la descripción del mundo ofrecida por los griegos).

Historia denominación que aparec por primera vez como titulo de su obra y comienza con la declaracaion de propositos.
Ofrece distintas versiones escuchadas para escoger a mas razonable, racinaliza hechos.
Hay atención a profecias de oráculos,por mas de noq ueres hablar de cuestines divinas.
Aproximacion al ideal de historia total. Interes antropologico, cultural.

Condiciones y Convenciones:
Acerca de la Disanalogía entre Arte y Lenguaje
David Summers[1]

I

En la introducción a su Absorption and Theatricality, Michael Fried sumariza y extiende las conclusiones de lo que argumenta en su libro diciendo que cada uno de los grandes pintores franceses de fines del siglo XVIII "puede ser mostrado enfrentándose con una condición primitiva del arte de pintar -que sus objetos necesariamente implican la presencia ante ellos del contemplador". En el segundo capítulo del libro, titulado "Hacia una Ficción Suprema", Fried subraya que en los escritos críticos de mediados del siglo XVIII la exigencia es tan frecuentemente hecha que la pintura se encuentra en una fuerte y definitiva relación con el espectador. Esta exigencia, argumenta Fried, indica que recién en esa época la relación entre pintura y contemplador fue emergiendo como un problema de una manera en la que no lo fue antes: "La existencia del contemplador, de la que se dice es la convención primordial ya que las pinturas están hechas para ser contempladas, emergió como problemática para las pinturas como nunca antes."[2]. Puede ser coincidencia el hecho de que las palabras "condición" y "convención" están usadas en dos contextos como si fuesen más o menos equivalentes. Fried posiblemente haya querido significar que las pinturas siempre están hechas bajo la condición de la convencionalidad, o sea que las pinturas deben ser convencionales, en cuyo caso los dos términos no pueden ser equivalentes desde que en esta lectura las pinturas son condicionales sólo en la medida en que son convencionales; pero las palabras "condición" y "convención" son usadas paralelamente, y los calificativos "primitiva" y "primordial" también sugieren más que el relativismo implicado por esta lectura. Ambos términos no son, de hecho, fácilmente reconciliables y puedo comenzar a definir el problema que deseo explorar señalando que usualmente implican connotaciones completamente diferentes e incluso contradictorias. "Condición" sugiere algo sin lo cual no habría pintura en absoluto; mientras "convención" implica que aunque las pinturas han sido complacientes a los contempladores desde tiempos inmemoriales, ese es meramente un posible estado de las cosas, una entre un número de posibles alternativas históricas. De hecho, Fried argumenta que algo epocal tuvo lugar en la pintura del siglo XVIII, una profunda transformación que altera de manera igualmente profunda la relación entre la pintura y su contemplador, y su argumento en efecto funde los significados de convenciones y condiciones, siendo ningún término de estos términos el completamente apropiado en sí mismo para lo que desea caracterizar. Fried parece querer argumentar que hay condiciones bajo las cuales las pinturas deben ser realizadas, pero que esas condiciones son como convenciones en el hecho de que son históricas y sujeto de cambio; quiere decir que una pintura que está siendo contemplada es más de lo que usualmente significamos por una convención pero es también más de lo que usualmente significamos por una condición.
En este capítulo I voy a intentar clasificar las diferencias entre convenciones y condiciones, las que son, como sugiere el uso que hace Fried del término, fundamentalmente importantes para una interpretación histórico-artística[3]. Para hacerlo, necesariamente examinaré y finalmente rechazaré una de las nociones prevalentes de convención en la discusión contemporánea sobre arte, la que está basada en la analogía entre las imágenes y el significante arbitrario del lenguaje. Una vez que este argumento haya sido realizado, sugeriré maneras en las que la historia del arte podría ser rearmada como un sistema abierto de historias de condiciones.
Convención, el más comúnmente familiar de los términos que consideraré, indudablemente toma mucho de su difusión y autoridad del suceso que ha tenido en el siglo XX la lingüística, del que deriva en gran medida la fuerza de la analogía entre arte y lenguaje. En las siguientes páginas revisaré algunos de los más generales principios de la lingüística que han hallado un lugar en los recientes escritos de historia del arte, así como han hallado un lugar en el discurso general de las humanidades. La importancia para la historia del arte de la analogía lingüística en los últimos veinticinco años aproximadamente no es simplemente consecuencia de la "influencia" de un vigoroso campo de investigación sobre un más somnoliento vecino. La analogía con el lenguaje no sólo proveyó una potente herramienta para la investigación y comprensión de la cultura en general sino también, en la historia del arte misma, ciertas ideas fueron muy compatibles con la analogía con el lenguaje, como la metáfora lingüística, tranquila y fácilmente incorporada en el lenguaje práctico de la historia del arte. Más generalmente, la noción moderna de forma (form) la que hizo el lado no imitativo de la soberanía artística, ha tenido el efecto de identificar lo que es históricamente esencial acerca del arte con lo convencional, al menos con lo convencional en el sentido de lo que es opuesto a lo natural, con lo que las artes fueron unidas cuando se las creyó esencialmente imitativas[4]. Incluso aunque mismo "forma" es generalmente presentada como teniendo una base psicológica "espiritual" o perceptual, y por lo tanto como en un sentido natural, es en otro sentido opuesta a la naturaleza y es así otra vez como el lenguaje. Tanto arte como lenguaje son opuestos a naturaleza como lo que conforma nuestra interpretación del mundo natural en configuraciones culturalmente específicas. Desde tal punto de vista tanto lenguaje como arte "determinan" nuestro mundo: los esquimales "ven" veintiún tipos de nieve, para los que tienen veintiuna palabras, y las configuraciones de su arte nos muestran su "visión de la realidad". La idea de estilo, que promueve esta comprensión de la forma a sus más vastas definiciones históricas, permite inferir fácilmente que los componentes no naturales del arte distinguen a cada estilo -cada Kunstwollen, o cada visión del mundo- como diferentes de todo otro, otra vez tal como difieren los lenguajes. Incluso después de que la lingüística y de que la interpretación estructuralista y post-estructuralista que son consecuencia de la lingüística comenzasen a afectar la interpretación histórico-artística, los escritores de historia y crítica de arte a menudo se referían al "lenguaje" de las artes visuales. A veces esto significaba que el arte era un sistema de características formales con la posibilidad de ser "leído" de maneras significativas, una vez que fuesen aprendidas la "gramática" y la "sintaxis"[5]. Pero esto también podría significar -y si el arte fue considerado históricamente, usualmente significó- que el arte nos presentaba la realidad, o mediatizaba o articulaba la realidad para nosotros, en una manera única para un tiempo, lugar o grupo de personas. Los principios idealistas-historicistas-relativistas de la moderna historia del arte, para la que las ideas de forma y estilo son centrales, son así muy grandemente consecuentes con la idea de convención basada en la convencionalidad de los lenguajes. (Podría notarse que los ejemplos de las veintiún palabras para la nieve podrían ser entendido de dos maneras completamente diferentes. La comprensión más común parece ser que las veintiuna palabras son en efecto categorías de experiencia que constituyen la experiencia. Esta puede ser llamada la visión idealista del asunto. La alternativa, que podría ser llamada pragmática, es que las veintiuna palabras articulan la efectiva verdad de la nieve para aquellos que viven y trabajan con ella como los esquimales. Estará claro que soy mucho más afín con este segunda visión pragmática del lenguaje, que apunta fuera del lenguaje mismo pero al mismo tiempo no involucra ninguna relación simple entre palabra y objeto. También devendrá claro que quiero ubicar la significancia del arte dentro de la región de la praxis hacia la cual apunta el lenguaje[6].
En las siguientes páginas no sólo examinaré algunas ideas lingüísticas comúnmente corrientes, también plantearé un número de objeciones a la versión usual de la analogía lingüística y a la noción de convencionalidad que apuntala. Argumentaré que la metáfora lingüística cuando es aplicada al arte oculta cuestiones de condicionalidad de absoluta importancia (o sea cuestiones acerca de lo que llamaré espacialidad y materialización reales) las cuales son constitutivas y además significativas para las imágenes (y para lo que llamamos arte en general, aunque estaré más preocupado por las imágenes o, en términos semióticos, por los íconos) de maneras en que no lo son con respecto a los signos verbales. Toda obra de arte, argumentaré, está expresada bajo ciertas condiciones, y éstas son sólo secundariamente convencionales. Volviendo al ejemplo de Fried, la orientación con respecto a un contemplador es condición para la presentación real de cualquier pintura, pero siempre es realizada como aquella orientación  hacia un particular tipo de espectador en aquellas circunstancias, una orientación específica e históricamente configurada, adaptada a los propósitos del momento y del lugar para los que la imagen fue hecha. La orientación -como las condiciones en general- es así convencional en el sentido de que siempre asume una forma histórica específica, pero ésta no es primariamente convencional; o sea que no hay alternativa en la realización de una imagen para ser allí una orientación u otra. Incluso cuando, como en el argumento de Fried, el pintor deviene independiente de un contemplador, esta independencia es aún una variante de los mismos elementos y toma significancia en oposición a articulaciones precedentes de la condición. El problema es establecer el status dentro de la significancia como una totalidad de tales condiciones.
La distinción que voy a delinear entre convenciones y condiciones resguarda las positivas y deseables características sociales e históricas de la idea de convención -quizá la más profunda contribución de la analogía con el lenguaje al estudio de las instituciones humanas- pero se aparta de la comprensión de la convención basada en la analogía lingüística, rechazando la noción de que el tipo de arbitrariedad asociada con los signos verbales se refiere de alguna manera determinativa a las imágenes (o íconos) consideradas en sí mismas. Aclarará lo que sigue el hecho de que creo que la extensión de la idea de arbitrariedad de las palabras a los íconos es una confusión masiva de categorías. Hacer una distinción entre convenciones y condiciones no significa que las condiciones están simplemente presentes o que de alguna manera escapan a la historicidad o filiación social constitutiva acarreada por la noción de convención. Más bien significa que la filiación histórica y social extendida incluso más profundamente en la analogía lingüística nos permite creer en nuestra experiencia y conducta. Lo que está formado (shaped) en el arte, los espacios reales y virtuales[7] específica e históricamente definidos por el arte, no pueden ser reducidos al tipo de neutralidad implícita en la comparación de las imágenes (y todo aquello que llamamos arte) con los signos lingüísticos. La "gramática y sintaxis" del arte no son sólo la "composición" que nos es revelada por el "análisis formal"; más bien lo que es paralelo a "gramática y sintaxis" es la construcción del espacio real y virtual consecuente a los patrones de uso humano. Asumir que las condiciones de las imágenes son simplemente vehículos neutrales -semáforos literales- es presuponer desde el principio que las imágenes significan principalmente como lo hace el lenguaje escrito o, más etnocéntricamente aún, que, como en el caso del naturalismo occidental, las imágenes pueden ser adecuadamente comprendidas por separado de las condiciones y circunstancias de su propia espacialidad real. Esta suposición, sostendré, niega el sentido no sólo de mucho arte no occidental, sino también niega el significado de muchos de los aspectos determinativos del arte occidental.
Para comenzar a abordar la distinción entre convenciones y condiciones, voy a examinar dos textos de Ferdinand de Saussure sobre la significación verbal. Ambos textos han sido muy influyentes más allá de los límites de la lingüística y el vocabulario, y las cuestiones planteadas en cada texto serán familiares a muchos historiadores del arte. El primero de estos textos provee una base más o menos tradicional  para la comprensión de la convencionalidad del lenguaje basada en el principio de la arbitrariedad del significante. Sostendré que, aunque en la primera definición la relación entre significante y significado es arbitraria, la del significante con el referente no se supone arbitraria, sino más bien que el significado es pensado al menos en parte como una imagen del referente, y que la relación con esta imagen finalmente garantiza el significante. Esta consideración de la significación introduce uno de los temas de este capítulo y es comparada con las muy comunes explicaciones psicológicas de las imágenes hechas por el arte según las cuales el percepto -una imagen formada en el ojo- se supone que provee las bases de imágenes naturalistas y ópticas, mientras el concepto -una imagen o cuasi-imagen producida por la mente mayormente fuera de las experiencias visuales- se supone que provee una base para las llamadas "imágenes conceptuales", las imágenes no naturalistas, planas (planar), de las cuales escribiré.
En estas visiones paralelas de la significación verbal e icónica, tanto las palabras como las imágenes están validadas por imágenes mentales, internas, por íconos literalmente adoptados. Necesariamente cuestionaré estas casi truística suposiciones, para plantear algunos de las puntos que deseo cuestionar. Esta investigación estará facilitada por el segundo texto de Sassure, la famosa definición del lenguaje como sistema de diferencias, el que es mucho menos tradicional, y que para mí no es consecuente con el primero. Ciertamente, el rol de la imagen mental es mucho más problemático en el segundo, e intentaré considerar las consecuencias para la descripción e intrepretación histórico-artística del hecho de rechazar las explicaciones comunes de representación correspondientes al primer texto de Saussure sobre el signo. Consideraré entonces las implicancias de su segunda discusión, a la que eventualmente regresaré cuando hablemos de la cuestión de las condiciones.
En la primera versión de la significación, Saussure define un signo lingüístico como "no un signo o un nombre, sino un concepto y una imagen sonora"; lo último no es un sonido material sino la "impronta psicológica del sonido, la impresión que realiza sobre los sentidos". La imagen sonora es meramente "material" en relación con el concepto, que es más "abstracto".
El término problemático y crucial aquí es "concepto". Los conceptos son más "abstractos" porque son mentales, mientras que la "imagen sonora" es "material" o sensorial al ser realmente pronunciada y oída. El "signo" es la unión de ambos, palabra y concepto, significante y significado. "Uno tiende a olvidar (al considerar erróneamente sólo la palabra como signo) que árbol (arbor) (como un ejemplo de significante) es llamado signo sólo porque porta el concepto "arbol" (tree), con lo que resulta que la idea de la parte sensorial implica el todo"[8]. Para ilustrar esta relación, Saussure utiliza el famoso diagrama[9]:


 

                                           "tree"
                                        --------------         -------------
                                             arbor                 arbor



Aquí los óvalos divididos horizontalmente en mitades significan la unidad del signo, dividido en partes iguales entre significado y significante. Las flechas a los lados significan que uno implica al otro, el significado al significante y viceversa. Los dos componentes del signo no son simplemente iguales, sin embargo, y la relación de "portar" así como la relación jerárquica -mental vs. material- está expuesta por la simple ubicación del significado mental o abstracto sobre el significante "material".
Una ambigüedad crucial del término "concepto" está también simplemente presentada por este diagrama, el que apareja la palabra "tree" entre comillas con la forma (shape) de un árbol, una forma específicamente "abstractizada" por tomar la silueta irregular de un árbol descripto naturalísticamente, que casi podría haber sido tomada de una fotografía a contra luz de un árbol más o menos genérico, algún arce o sicomoro. Las comillas alrededor de la palabra "tree" parecen significar que arbor significa lo que comprendemos por la palabra "tree"; y la silueta parece significar lo que reconoceríamos como un árbol, o "pensaríamos" como un árbol. La imagen sonora porta ambos aspectos del concepto, y los diagramas de Saussure tomados juntos realizan un resumen de los problemas filosóficos básicos alrededor del término "concepto". Definiciones sencillas y representativas de lo que usualmente significamos por "concepto" son dadas por P. L. Heath en la Encyclopedia of Philosophy[10]. Estas definiciones de ninguna manera agotan el problema, sino más bien proporcionan una formulación clara desde la cual podemos trabajar. Heath escribe que, en general, decir que tenemos un concepto de X es (a) conocer el significado de la palabra, por lo que él debe significar que somos capaces de dar algún tipo de definición de una X, un ave acuática migratoria, o lo que fuere; (b) ser capaces de reconocer una X o de distinguir Xs de no-Xs, o ser capacer de pensar en, tener imágenes o ideas de X o Xs cuando no están presentes, y (c),"conocer la naturaleza de X, tener comprendidas o aprehendidas las propiedades (universales, esencias, etc.) que caracterizan a las Xs y las hacen lo que son".
La segunda de estas definiciones es la más relevante para la presente discusión. Ser capaces de reconocer algo como una X, o ser capaces de distinguir Xs de otras cosas implica (al menos) una facultad de hacer imágenes en la mente; o sea, implica que en la base de la comparación de una imagen que tenemos en nuestras mentes con lo que vemos, somos capaces de reconocer o distinguir. Y esta facultad de hacer imágenes, además, nos permite tener imágenes o ideas de Xs cuando ya no están presentes. O sea, que la mente es capaz de alguna forma de hacer sustitutos. En un esquema familar al menos desde la Parva naturalia de Aristóteles, la sensación, que es un tipo de reflexión de las cosas externas, produce imágenes que devienen recuerdos de esas cosas[11]. Esas imágenes son acumulativas y genéricas, y son más o menos abstractas en relación con las sensaciones[12]. Así, la memoria puede ser vista como almacenando sensaciones y también modificándolas. Esta modificación es la abstracción y está estrechamente vinculada al lenguaje y a la nominación; el ser capaz de reconocer y distinguir cosas es quizá inseparable de la habilidad de nombrarlas.
En el nivel del concepto, entonces, que es postsensorial y preintelectual, palabra e imagen están ya muy fuertemente entrelazadas. Como hemos visto, el diagrama de Saussure puede ser tomado como muestra de que la imagen mental de un árbol, presumiblemente correspondiente a algo similar a una "imagen de la memoria" de un árbol, está ciertamente derivada de la percepción de un árbol o árboles y es prácticamente intercambiable con, o complementaria a, "lo que comprendemos" cuando la palabra "árbol" es pronunciada.
Algunas de las consecuencias de la ambivalencia de la noción del concepto, ya sea como imagen y/o como palabra, pueden ser reunidas ocupándonos nuevamente de la llamada "imagen conceptual", introducida hace unos pocos parágrafos. Esta idea ha ejercido una poderosa aunque sombría fuerza en el pensamiento histórico-artístico[13]. Ya hemos visto que, de acuerdo con explicaciones psicológicas de las imágenes en el arte, todo aquello que no es "perceptual" (o sea simplemente imitiativo y naturalístico) debe ser "conceptual". Dadas sólo estas dos alternativas, cada categoría debe tener gran capacidad, y una indicación de la riqueza de la idea de lo conceptual cuando es aplicada a la historia de las imágenes está dada por la observación de Meyer Schapiro acerca de que las oposiciones polares utilizadas para describir ciertos esquemas generales de estilo (el "lineal-pictórico" de Wölfflin, el "háptico-óptico" de Riegl, por ejemplo) son de hecho "descripciones de los estadios en el desarrollo de la representación". Schapiro cita el ejemplo de The Rendering of Nature in Greek Art de Emmanuel Loewy de 1900 (un libro que, como veremos, es un inmediato antecesor del Arte e Ilusión de E. H. Gombrich), en el que la representación de la naturaleza en el arte temprano es vista como un cambio en el "desarrollo de la representación", trasladándose entre los polos de lo conceptual y de lo perceptual, polos psicológicos más profundos que, observa Schapiro, son capaces de incorporar las polaridades de los otros escritores acerca del desarrollo del estilo, polaridades ya basadas en principios de un muy alto grado de generalidad[14].
Las imágenes conceptuales -las imágenes frontales, planas, no espaciales, jerárquicamente proporcionadas, ampliamente asociadas con el arte no occidental, arcaico e infantil en los escritos histórico-artísticos- son, al menos por implicancia, imágenes de conceptos mentales, como las imágenes ópticas son imágenes de perceptos. Pero requiere sólo una reflexión momentánea para pensar en que no tenemos realmente imágenes mentales de conceptos como las que llamamos imágenes conceptuales; no formamos imágenes en nuestra mente que sean frontales, planas, no espaciales y jerárquicamente proporcionadas fuera de lo que vemos (a menos que ocurra que recordemos una imagen conceptual que hayamos visto). La discrepancia entre modelo supuesto e imagen -muy diferente de la que hay entre imágenes perceptuales y la supuesta imagen retínica a la cual se piensa que corresponden- es usualmente explicada argumentando que las imágenes conceptuales corresponden más bien a la definición verbal de una cosa, y está finalmente enraizada en la ambigüedad ya discutida de la noción verbal-visual del concepto, evidente en el diagrama de Saussure.
El carácter plano o no espacial de las imágenes conceptuales se explica presumiblemente por una comparación negativa con las imágenes ópticas, que, aunque en sí mismas corresponden supuestamente a imágenes sobre la superficie de la retina, son post-configuraciones determinadas por las configuraciones espaciales reales del objeto visto. Las imágenes perceptuales son así armadas con los incidentes ópticos de lo particular, mientras las imágenes conceptuales son generalizadas y típicas. Siendo generales o típicas, son así como imágenes de la memoria (en el sentido de opuestas a las imágenes necesariamente particulares de la sensación), y son al mismo tiempo más parecidas a definiciones verbales que muestran lo que es básico de una cosa, lo que la hace completa. (Una persona tiene una cabeza, tronco, dos brazos y dos piernas, etc.). Al mismo tiempo que muestra más claramente a X y así hace a X lo máximamente (o más simplemente) posible de ser reconocida (etimológicamente, "re-conocida", "conocida otra vez"), la imagen conceptual también muestra la "naturaleza" de X, o la definición de X, o de una X. Esta "naturaleza" tiende hacia el nivel de lo verbal, otra vez, el nivel de lo general como opuesto a lo particular. Considerado como una imagen -la que paradigmáticamente es en un aspecto fundamental- el concepto no es sólo un índice, un rastro de sensación; es más permanente que eso, un más un verdadero ícono o sustituto, más verdadero en el sentido de que es mayor que cualquier percepto y más verdadero en el sentido de que es como las cosas que pueden ser dichas acerca de lo que representa.
Me he detenido sobre el primer texto de Saussure, la más tradicional discusión de la significación, y sobre el problema de la "imagen conceptual", la que nace del mismo fondo filosófico, para subrayar que esta definición es fundamentalmente icónica por el hecho de que el concepto mismo es tratado como un ícono mental. El ejemplo de la imagen "conceptual" sugiere que el ícono funciona también en un nivel metafórico crucialmente importante, en el que el concepto en su aspecto verbal puede ser considerado como el más alto ícono. En el lenguaje filosófico antiguo tiene perfecto sentido hablar de "forma inteligible", o sea describir lo esencial e invisible metafóricamente a través de términos pertenecientes a las "configuraciones" visibles, para que lo esencial e invisible sea "visto" por una facultad más alta de la mente, y esos hábitos de pensamiento tienen una clara analogía en el clasicismo occidental, el que se delineó con el mismo lenguaje filosófico para justificar su proyecto de hacer superior la realidad visible[15]. En un nivel más simple pero aún relacionado, una característica obvia y centralmente importante de las imágenes conceptuales es su tendencia a ser sustantivas o "nominativas", para mostrarnos cosas que en el lenguaje son sustantivos, e incluso para mostrar las partes, atributos y calificativos de cosas como si fuesen sustantivos en que está dado el mismo tipo de definición. Las imágenes conceptuales -o imagenes planas (planar), como las he llamado en otros ensayos[16]- de hecho son inmediatas a imágenes sustitutivas y tienen mucho del mismo valor como imágenes sustitutivas. Pero el punto más importante para señalar aquí es que el concepto como una imagen en la mente es una función sustantiva similar, que sustancia al significante y garantiza así al signo.
En los argumentos recién examinados, los que representan una larga tradición de opinión, la palabra es establecida y validada por un ícono mental, el concepto. Esta conclusión apunta mucho más lejos que a desnudar el argumento semiótico. Según la milenaria formulación del asunto que hace Aristóteles al comienzo de De interpretatione, las palabras habladas son símbolos (o signos) de pathemata, las que en la Edad Media fueron llamadas "impresiones", y las palabras escritas son símbolos (o signos) de las palabras habladas[17]. La impresión (fuese lo que Aristóteles pensó que fuere) es en efecto un ícono, que está en una relación de parecido a su objeto y sirviendo como un sustituto de éste. Al mismo tiempo, es también en un cierto sentido un signo natural -lo que ahora podríamos llamar un índice- dado que es posterior a su objeto y está en una relación causal o al menos secuencial con respecto de él y -precisamente porque siendo una imagen no es su objeto- está en una más o menos sintomática relación con su objeto, lo que es decir que algo de la naturaleza del objeto puede ser inferido de la imagen. Siendo signos naturlaes, las impresiones fueron opuestas por Aristóteles a las palabras, las cuales son signos convencionales. Estos íconos naturales (como deberían ser llamados) están enraizados en la naturaleza y son por lo tanto universales, disponibles para todas las personas aún más que lo que el mundo exterior es en alguna manera para todos. Como varios autores han escrito comentando los argumentos de Aristóteles que aún tienen eco en los de Saussure, los griegos y los hindúes (por ejemplo) aunque no comprenden el lenguaje del otro (que está hecho de signos convencionales)comparten los mismos conceptos de las mismas cosas, ya que han tenido experiencias similares, y, más específicamente, sensaciones similares de las mismas cosas y, además, son capaces de traducir sus respectivos lenguajes[18]. En su nivel más simple, el concepto es una imagen mental, pero es una imagen que también provee acceso a la "naturaleza" de las cosas de la cual es una imagen (la cual es más similar al concepto considerado verbalmente, como acabamos de ver), de la misma manera que la "forma" visual fue pensada por Aristóteles -e incontables más luego de él- para proveer el mejor acceso a aquello acerca de las cosas que es inteligible.
Antes de los tiempos modernos, un signo natural era definido no tanto en términos de correspondencia con su referente como en términos de su universalidad práctica, siendo potencialmente intercambiable o compatible[19]. La mayoría de nosotros inferimos fuego del humo, o un pie de una huella, sin reparar en cómo podríamos llamarlos. Los argumentos de Leonardo da Vinci en defensa de la pintura sobre la poesía estuvieron completamente dentro de la tradición de su comprensión del signo natural. La pintura, insistió, atrae a más gente, y la atrae de maneras diferentes de cómo lo hace la poesía. Esta atracción es posible, argumenta, porque la pintura es como la sensación[20]. (La cuestión de cómo la sensación es como el mundo exterior es, por supuesto, otra cuestión, que demanda otro tipo de respuestas; al mismo tiempo, las respuestas a esta segunda cuestión han ejercido la más fuerte y persistente presión sobre la similitud de la pintura con el mundo. Por largo tiempo, la cuestión de si la sensación era como el mundo externo parece haber sido simplemente contestada diciendo -o asumiendo- que la sensación es una imagen del mundo natural). En general, la pintura occidental naturalista -y más allá de la pintura, mucho de nuestra comprensión de la representación del mundo no sólo por el arte, sino también por la mente misma- ha estado basada en la suposición de una relación entre la imagen y la cosa representada comparable de una manera u otra a la existente entre el mundo y el concepto. Esto significa que la imagen está garantizada no por su relación con la cosa misma sino más bien por su relación con la imagen mental de la cosa, con su percepto o su concepto. A cualquier fin del espectro crítico, "sensaciones" o "impresiones" en un extremo, "configuraciones ideales" en el otro, el debate acerca de lo que el arte es o sería ha circulado por siglos sobre el mismo terreno cubierto por el concepto (el que corre desde un punto inmediatamente por encima de la sensación hasta una relación u otra con la imaginación o el intelecto). En el caso de las palabras, como en el de su significación, ha estado tradicionalmente comprendido: la relación de una imagen con aquello a lo que refiere en una instancia específica es una relación de tres términos más que de dos.  Y el término más problemático y discutible ha sido el menos obvio (y el más profundamente histórico): la comprendida naturaleza del percepto o concepto.
El problema de la clarificación de la conexión entre percepción, concepción e imágenes está complicada por el hecho de que el lenguaje metafórico usado para caracterizar tanto percepción como concepción por muchos siglos él mismo ha sido puesto en términos de imágenes. En general, la idea de imágenes visuales ha ejercido la más fuerte influencia sobre las teorías del conocimiento. Según los platónicos, hemos nacido en posesión de ideas (en un uso no filosófico, "idea" significa el aspecto o apariencia de las cosas), de las cuales las formas comunicadas por la sensación son inadecuadas versiones menores. Y otra vez, si estas ideas no son sensibles (o visibles), es significante que sean llamadas "ideas" por el hecho de que son, al menos en un sentido metafórico, icónicas. Según los aristotélicos, nuestros sentidos (especialmente la vista) nos dan la forma (eidos, del verbo que significa "ver" y también "conocer") de las cosas; están entonces abstraídas de tal manera que las "formas" más altas y menos sensibles (si no invisibles) devienen conocidas para la mente, de alguna forma sujeto para el "ojo" de la mente. Las imágenes mentales no han dado sólo un gran servicio en la explicación del conocimiento sino también en explicaciones de la operación de las facultades de la memoria y la imaginación. Desde Platón y Aristóteles en adelante, tanto sensación como memoria fueron comparadas con la pintura, y más precisamente con la pintura imitativa[21]. Una vez que esta metáfora fue establecida, cambió de maneras aproximadamente paralelas a la historia de la tecnología de la representación visual. La óptica tardomedieval afectó profundamente las consideraciones tardomedievales acerca del conocimiento, John Locke comparó la mente con una camera obscura, y la comparación del ojo con las cámaras por las que estamos rodeados por doquier en el mundo moderno es un lugar común. Las metáforas visuales de mayor o menor complejidad contribuyeron así no sólo a consideraciones de sensación y conocimiento elemental; también contribuyeron a la formulación de lo que W. J. T. Mitchell ha llamado "hiperíconos", las metáforas en términos por los cuales la mente misma está caracterizada[22].
En suma, las imágenes "metafóricas" en la mente han sido sin duda indispensables y parecen tan "naturales" porque sirven a los mismos propósitos que han servido las imágenes reales: están por lo que no está presente, por lo que es distante en el espacio o en el tiempo de manera en que las palabras no lo están. La imaginación y la memoria, lenguaje que está lleno de referencias a imágenes visuales, nos hace posible vivir fuera del pasado y en el futuro, tener experiencia. Aunque las imágenes pueden ser "manipuladas" por "facultades" en "operaciones" mentales, estas mismas metáforas de obrar bajo formas sustantivas son extensiones de la idea de que esas mismas formas son sustitutivas e icónicas. Las imágenes mentales "están en lugar de" el mundo; lo "conmemoran", y su iconicidad primordial no sólo ha determinado la descripción de las operaciones de la mente; también ha determinado profundamente la caracterización de la representación en general.
Saussure imaginó la emergente ciencia de la semiología como abarcando signos de todo sentido, desde "signos completamente naturales, como la pantomima" hasta signos completamente convencionales como el lenguaje[23]. Si la semiología finalmente admite signos naturales, sin embargo, la mayor preocupación de la ciencia como él la imaginó aún deben ser siempre sistemas semióticos basados en la arbitrariedad del signo; "todo medio de expresión usado en la sociedad está basado, en principio, en la conducta colectiva...en la convención". Por "arbitrario" Saussure significa que, para ser de interés semiótico, el signo debe ser al menos como si no tuviese valor intrínseco, para que pueda ser descripto enteramente en términos de relaciones, de contexto. Incluso aunque las "fórmulas de cortesía" a menudo tienen "una cierta expresividad natural" (él da el ejemplo de un chino que saluda a su emperador haciendo la reverencia sobre el suelo nueve veces) es, sin embargo, la regla contextual la que demanda el gesto, no algo intrínseco al gesto mismo. Los sistemas de signos que son totalmente arbitrarios "realizan mejor que los otros el ideal de proceso semiológico", y he allí por qué "la lingüística puede devenir el modelo principal para todas las ramas de la semiología, aunque el lenguaje sea sólo un sistema semiológico particular"[24]. Saussure está definiendo una investigación del lenguaje radicalmente social, en la que los signos funcionan en sistemas convencionales, sistemas que por implicancia deben ser mutuamente exclusivos (incluso si comparten ciertas estructuras en común).
Aunque, por supuesto, el caso de la reverencia del chino a su emperador es significante en el contexto de la práctica social china tomada en su totalidad, y aunque el significado completo del gesto es sólo comprensible en ese contexto, no se sigue que el gesto sería por lo tanto completamente insignificante -o sea, sin algo del mismo significado- si fuese tomado fuera de contexto, como las palabras tomadas fuera del mismo contexto serían insignificantes a hablantes de otro lenguaje. Es fácil imaginar al mismo chino ante el potentado de otro país llevando a cabo lo que era evidentemente un acto de obediencia, incluso aunque el acto fuese exacta y evidentemente realizado "a la manera china", o en una manera foránea y nada familiar. Pero Saussure no está interesado en tales posibilidades, porque la búsqueda de su investigación social del lenguaje necesita la redefinición del significante, una redefinición que a su vez requiere la separación -o al menos la suspensión- de su conexión vital con el significado icónico, del concepto tal como lo hemos examinado. La oposición que hace entre lo natural y lo convencional, ejemplificado el último por el lenguaje, supone así una oposición entre lo que podría ser llamado lo ontológico y lo social, entre lo que está simplemente "allí" para ser comprendido en sí mismo y aquello a lo que le ha sido dada forma significante -o sea, semiológica-. Esta oposición es simplemente un reafirmación del argumento de Saussure de que el lenguaje es el ejemplo más completo de lo semiológico.
La segunda consideración de Saussure sobre la significación verbal, a la que deseo dirigirme ahora, es consecuente con sus argumentos acerca de la semiología en general y, como he sugerido, está reñida en consideraciones básicas con su primera definición del signo. En su segunda versión, Saussure modifica profundamente el esquema tradicional y expande grandemente la importancia de lo social a expensas de lo ontológico, distinguiendo lo que ahora llama "significación" del nuevo concepto de "valor". Revió la más antigua noción de significación, usando el ejemplo del dinero. Así como una moneda puede ser cambiada por algo diferente de su tipo, una carga de pan, por ejemplo, de la misma manera "una palabra puede ser cambiada por algo disimilar, una idea". En el uso del signo, en otras palabras, la imagen sonora es vinculada a un concepto en la mente del escucha que comprende el lenguaje que está siendo hablado. El concepto es así, una vez más, el que garantiza la comunicación. La equivalencia (como podría ser llamada su relación con el concepto) es ser distinguida del valor, el cual está determinado por la relación de la palabra con cosas con las cuales es comparable, o sea por su relación no con una idea o concepto sino con otras palabras. Esta comparabilidad hace visibles diferencias, y trae a la vista al lenguaje como un sistema de diferencias. Dentro de este sistema, las palabras tienen diferentes valores, determinados por sus lugares en el sistema del cual son parte integrante[25].
En su segunda versión, Saussure presenta al pensamiento y al potencial material fonético del lenguaje como amorfos, como aceptando la definición sólo en la realidad de los signos del lenguaje. Esta caracterización tiene el efecto de, además, socavar -o al menos circunscribir- el simple valor de cambio de palabras implicadas por significación. El concepto de valor da así una nueva dimensión y potencia al principio de la arbitrariedad del significante; no sólo cualquier sonido podría ser unido con cualquier cosa (perro, dog, Hound, chien), como ha sido más o menos acordado al menos desde Platón, sino que el lenguaje como un sistema autónomo de diferencias esculpe definiciones conceptuales y fonéticas. Este argumento podría ser tomado para apuntar en la dirección de la prioridad absoluta del lenguaje, para universalizar el lenguaje, para hacerlo más que el paradigma semiótico supremo, dado que la interdependencia de significante y significado ahora significa que los cambios en las palabras mismas -los cuales deben ser vistos como cambios entre las palabras en sí mismas- pueden ser vistos como cambios en las realidades a las cuales se piensa que las palabras refieren. Saussure también vió otras implicancias. Insistió sobre la prioridad del valor sobre la simple significación, argumentando que si una palabra es simplemente la unión de un cierto concepto con un cierto sonido (su más temprana definición de un signo), entonces el valor sería acordado, por lo que parece significar que la significancia práctica de la palabra estaría determinada por más que su posición en el sistema al que pertenece, y otra vez parece haber visto esta opción -entre un tipo de significación tradicional  y un significado (meaning) determinado por el valor "enteramente relativo"- como la opción entre lo ontológico y lo social. "La naturaleza arbitraria del signo explica... por qué el solo hecho social puede crear un sistema lingüístico. La comunidad es necesaria si los valores que deben su existencia únicamente al uso y la aceptación general están siendo establecidos; por sí mismo, el individuo es incapaz de fijar un simple valor". La noción de que el lenguaje es sólo una unión de concepto y sonido "aísla el término del sistema" precisamente porque pone la referencia por encima del uso; esto implica que el lenguaje sería simplemente la suma de la adición de tales referencias cuando para Saussure uno debe comenzar el análisis desde el "todo interdependiente" de un lenguaje en acto[26].
Así, a través de la idea de valor, Saussure desvincula a la significación de su presunto anclaje ontológico, anclaje puesto en el presunto hormigón de la relación reflexiva e icónica entre el concepto y aquello de lo que es una imagen. También desea desvincular la significación de cualquier propiedad intrínseca del signo mismo, usando nuevamente el ejemplo de la moneda, la que tiene un "valor convencional": "una moneda que nominalmente vale cinco francos puede contener menos de la mitad de su valor en plata. Su valor variará de acuerdo con el monto impreso sobre ella y de acuerdo con su uso dentro o fuera de un límite político". Esto es incluso más verdadero respecto del significante lingüístico, el cual no es fónico sino "incorpóreo" -constituido no por su sustancia material sino por la diferencia que separa su imagen sonora de toda otra[27]. Esta "incorporeidad" es elevada al nivel de un principio, un corolario del principio de la arbitrariedad del significante. Desde el momento en que no hay conexión necesaria entre el sonido de las palabras y las cosas que esos sonidos representan, así no hay relación entre la letra "T" (por ejemplo) y el sonido que designa. Lo que es "incorpóreo" es lo que es revelado como el principio de arbitrariedad que disminuye más y más profundamente, o sea, el "sistema" (o lo que Saussure llama "forma" como opuesto a sustancia): "El medio por el que el signo es producido es completamente carente de importancia, por lo que no afecta al sistema (subrayado mío)". Si escribo cartas en blanco o en negro, ampliadas o grabadas, con lapicera o cincel, todo esto no tiene importancia respecto de la significación."[28].
En estos últimos argumentos, Saussure quiere decir que para que el lenguaje sea comprendido apropiadamente, también debe ser rigurosamente independizado de las condiciones de su materialización real. Esto no significa, por supuesto, que para Saussure la materialización real de los signos no sea significativa, sino más bien que su significancia cae fuera del campo de la significancia lingüística que quiere identificar y clarificar. Debe delinearse un número importante de conclusiones preliminares: si la estructura lingüística es un reino separado de significancia, entonces su aplicación a otros reinos de significancia debe ser cautelosamente relacionada. Quizás Saussure de hecho aisló relaciones en el lenguaje aplicables a otros tipos de significación, o quizás las relaciones del tipo que halló que existían en el lenguaje se hallaban también en otra áreas de la iniciativa humana, o quizás no fuese ninguno de los casos. Pero, para anticipar mi conclusión, quisiera argumentar que la categoría explícitamente excluida por Saussure para revelar el sistema que sostiene el valor de las palabras -denominada la materialización real del signo- es de hecho algo que, mientras pueda yacer fuera de la región de la significancia central del lenguaje, es la región primaria de significancia de la pintura, de la escultura y de la arquitectura. Argumentaré que esta región de significancia de la que Saussure quiso separar el lenguaje es sobre la que debe insistirse para literalmente encarnar -o complementar- la noción de Saussure de una teoría del lenguaje que no sea tan ontológica (o sustancial) como social. En general, creo que es preferible seguir a la lingüística no suponiendo que las ideas útiles para la descripción del lenguaje son simplemente útiles para la descripción del arte (aunque algunas de ellas pueden muy bien serlo), sino más bien seguir a la lingüística preguntando qué implicancias estarían en la consideración de las imágenes a la luz del principio subyacente en la transformación de la noción del lenguaje en la lingüística saussuriana. La pregunta apropiada estaría enmarcada como sigue: ¿que sucedería si las imágenes, como las palabras, fuesen independizadas de la suposición de validación por correspondencia con una imagen interna, con un percepto o con un concepto? (O, para ponerlo de otra manera, ¿que sucedería si se comprobase que la expectativa de una correspondencia tal fuese peculiar a una tradición específica -la tradición occidental- e hiciese evidentemente necesario considerar la posibilidad de que todas las imágenes no son tan definidas, ya que tales expectativas no sólo no pueden dar cuenta de muchos tipos de imágenes sino que incluso oscurecen el carácter presentacional del arte occidental mismo?).

II

E. H. Gombrich vió su Arte e Ilusión como una contribución pionera a lo que llamó "una lingüística de la imagen visual", y en el curso de su libro exploró y adaptó muchos de los temas que he considerado en la primera parte de este capítulo[29]. Como sería de esperar, entonces, el libro, tanto en la afirmación de su problema central como en la solución de ese problema, gira alrededor de la relación entre las artes visuales y el lenguaje. Si las pinturas son "signos naturales", como, dice Gombrich, han sido creídas tradicionalmente, y si todos nosotros vemos el mundo con el mismo aparato óptico, ¿por qué hay tantos estilos de representación visual? La respuesta de Gombrich a esta pregunta es que el arte nunca es inmediato a la naturaleza o a la visión, sino que siempre está mediatizado por la representación previa. El arte es, según Gombrich, un tipo de "imitación convencional", precisamente comparable a la onomatopeya en el lenguaje, en la que una estructura fonética dada determina la imitación de sonidos naturales, como en inglés decimos "cock-a-doodle-doo" por el cacareo de un gallo, pero por el que los chinos dicen "kiao-kiao"[30]. Debemos imitar sonidos, e incluso otros lenguajes, con los fonemas de nuestro propio lenguaje, y así el artista debe acercarse a la representación del mundo visible con lo que tiene a mano, comenzando por las formas puestas a disposición por la tradición.
Gombrich modifica las nociones lógicas tradicionales tanto de percepción como de concepción y la relación de ambas con la significación, de forma que convierte el status de los iconos mentales en cuestión básica. Se ha creído incorrectamente, argumenta, que dado que es posible la traducción, los conceptos existen independientemente del lenguaje -que son en efecto iconos en términos de nuestra primera discusión. Como hemos visto, Aristóteles y muchos tras él  supusieron que todos nominamos el mismo mundo, el que está almacenado en nosotros como conceptos, y a causa de este repertorio común de "signos naturales" se pueden hacer traducciones de un lenguaje a otro. Gombrich argumenta que una comprensión tal del concepto es insostenible, que el concepto no está más disponible de lo que lo está el supuesto signo natural de la percepción, la imagen retínica. Así como no hay "ojo inocente" y la imagen retínica no está disponible para la inspección, de la misma manera ninguna "imagen conceptual" puede ser comparada con su supuesto concepto progenitor. Así como ver no es una continua mirada fija sino más bien un proceso temporal de interpretación continua, de la misma forma la formación conceptual de la percepción está siempre gobernada por hábitos previos de ver y hacer. El arte no puede simplemente representar la sensación o la concepción, las que están combinadas en la noción de Gombrich de la percepción. Y en este sentido el arte es nuevamente como el lenguaje, que no sólo nomina las cosas sino realmente forma el mundo en un sentido u otro: "El lenguaje no da nombres a cosas o conceptos prexistentes tanto como articula el mundo de nuestra experiencia"[31]. Esto es lo que hace el arte (o el arte naturalista, el cual es el interés de Gombrich).
Aunque rechaza la noción psicológica de la "imagen conceptual" como un principio suficiente de explicación, Gombrich conserva y modifica el esquema del desarrollo histórico-artístico basado en ella. Su profesor Emmanuel Loewy, escribe, "nos enseñó a apreciar las fuerzas que serían superadas por un arte dirigido hacia la ilusión de la realidad", y Arte e Ilusión es un intento de explicar las mismas continuidades explicadas por la teoría de Loewy acerca del desarrollo del arte griego antiguo desde lo conceptual hasta lo ilusionista[32].
De hecho, la idea de la imagen conceptual, con una u otra inflexión, es recurrente a través de todo el libro de Gombrich, y ya fue tema de sus primeros escritos. En "Meditaciones sobre un Caballo de Juguete", el denso y brillante preludio a Arte e Ilusión, Gombrich usó la idea de la "imagen conceptual" para explicar cómo trabaja el naturalismo, y es esencial para su explicación del reconocimiento y de la que sería llamada la parte del espectador (beholder's share). En las tradiciones naturalistas, los pintores, quienes deben comenzar con lo "hecho por el hombre, la imagen conceptual de convención, tratan de librarse del conocimiento conceptual" y lo hacen "retrocediendo y comparando" la imagen con la impresión, y logran su propósito "trasladando algo del peso de la creación sobre el contemplador"[33]. ¿Cómo sucede esto? El pintor abandona la imagen conceptual y en cambio aprende a hacer marcas que desencadenan el concepto en la mente del espectador.  El reconocimiento de una imagen naturalista es así más bien como el reconocimiento de una palabra según el primer concepto de Saussure. La representación visual, en cierto sentido, comienza y termina con la imagen conceptual; es desde tales imágenes de donde parte el naturalismo, y es a tales imágenes mentales a las que las marcas diestras deben dirigirse a sí mismas siendo reconocidas y completadas como lo que representan.
En "Meditaciones sobre un Caballo de Juguete" la diferencia entre imágenes "conceptuales" e ilusionistas está unida a la función al mismo tiempo que sigue demarcando una diferencia fundamental en los tipos de representación. Las imágenes conceptuales (o las más simples de ellas, tales como los caballos de juguete) no son, según Gombrich, ejemplos de representación como usualmente la comprendemos. En la tradición occidental, entendemos una imagen como algo que, ante todo, refiere a otro algo por semejanza y puede"por lo tanto ser el registro de una experiencia visual". Las imágenes conceptuales más simples, por el otro lado, son primariamente sustitutivas y no refieren por semejanza. El naturalismo comienza a desarrollarse cuando la noción de la imagen como un "registro de la experiencia visual" es separado de la imagen mágica, sustitutiva; entonces, argumenta Gombrich, "las reglas del arte primitivo" -tales como el completamiento plano (planar completeness) y la proporción y el orden jerárquicos- "pueden ser trasgredidos impunemente", y los accidentes ópticos pueden comenzar a ser incorporados dentro de formas comprendidas que están en espacios virtuales. La imagen sustitutiva más temprana ha devenido el esquema ajustado por comparación progresiva a las apariencias de las cosas. Hacer es anterior a corresponder[34].
En Arte e Ilusión, Gombrich elimina, como veremos, la distinción entre imágenes "conceptuales" e ilusionistas mantenida en el ensayo más temprano. Pero la "imagen conceptual" de ninguna forma ha desaparecido en el libro posterior, y ella misma provee un "esquema" que continua siendo usado y modificado a lo largo del libro. También queda claro que la "imagen conceptual" retiene algo de sus viejas connotaciones. Como explicó en "Meditaciones sobre un Caballo de Juguete", la pregunta por la sustitución, a la cual "obliga" a responder primero, surge de preguntas más profundas que aquellas que mueven a un niño que juega a hacer que un palo sirva como caballo de juguete, y, más allá de tal sustitución simple, la facilidad con la que reconocemos "imágenes mínimas" -rostros esquemáticos, como los botones sonrientes, por ejemplo- para Gombrich es proporcional a la profundidad de la necesidad biológica básica de hallar cosas tales en nuestro mundo[35]. Algo de esta primordialidad de las imágenes sobrevive en Arte e Ilusión, en el capítulo sobre el "poder de Pigmalión", o en la comparación de la "conquista del espacio" de los griegos con la invención del vuelo: "La fuerza de gravedad que los inventores griegos tuvieron que vencer fue la fuerza psicológica hacia la imagen "conceptual" distintiva que dominó hasta ahora la representación y que todos tenemos que contrarrestar cuando aprendemos las destrezas de la mímesis"[36].
A pesar de tales supervivencias, gran parte de Arte e Ilusión es en efecto una crítica a la más vieja idea de la imagen conceptual. La sensación y la concepción, como hemos visto, son combinadas por Gombrich en el proceso activo de la percepción, de manera tal que ahora el concepto es la hipótesis tomada del pasado para la experiencia presente, íntegra con la interpretación de esa experiencia, constantemente en cambio más que fija como el viejo concepto abstracto estático. En los capítulos sobre la parte del contemplador (la que aumenta con el desarrollo del naturalismo), Gombrich escribe acerca de la "proyección" y la "actitud mental" (mental set). "Es el poder de la expectativa más que el poder del conocimiento conceptual lo que moldea lo que vemos en la vida no menos que en el arte"[37]. Y es finalmente la ambigüedad y no "el completamiento (completeness) de esenciales" (una de las "reglas del arte primitivo" en "Meditaciones sobre un Caballo de Juguete") lo que desencadena la interpretación, el trabajo no sólo de la visión sino de la imaginación y la memoria, y que completa "las condiciones de la ilusión", como se denomina el capítulo 7 de Arte e Ilusión. El reconocimiento es mucho más dinámico en la reconsideración del "concepto", a la vez que más tentativo y creativo. El implícitamente incompleto e hipotético carácter de tal concepto es consecuente con los principios de la popperiana "teoría de la percepción reflectora" de Gombrich y con su propia explicación del desarrollo de los estilos naturalistas como un progreso de "hacer y corresponder". Y en términos de la discusión de la primera parte de este capítulo, la vista recorre un largo trayecto hacia la generosa iconicidad desde el ícono mental, desde la imagen sustitutiva en la mente. También promueve firmemente la definición de iconicidad en la dirección de la concreta función de las imágenes.
En el curso de sus argumentos, Gombrich resuelve la "imagen conceptual" en dos componentes, los "esquemas" y los "modelos relacionales". Los esquemas, las representaciones previas desde las cuales cualquier interrogación sobre las apariencias debe comenzar, desplazan, en efecto, la imagen conceptual dentro de la historia y, más específicamente, dentro de la historiade la representación. Dada la suposición tácita de que la mayor discusión parece siempre ser que el arte imita a la naturaleza, y dado que la naturaleza es pensada como el opuesto de la historia (o la cultura), la imitación, en la medida en que produce un "signo natural", es también ahistórica; pero el argumento de Gombrich significa que los recuerdos (la base de las viejas "imágenes conceptuales") nunca son sólo recuerdos de objetos naturales considerados como objetos de contemplación. Son más propiamente recuerdos de artefactos, de objetos culturalmente específicos en circunstancias cultural e históricamente específicas. Entre estos artefactos están las representaciones de los objetos naturales, objetos naturales que en algún caso son experimentados y aprendidos en relación a patrones específicos de uso y propósito. Vista en estos términos, la "imagen memorística", y así la imagen conceptual, está otra vez estrechamente relacionada con lo que Gombrich llama "proyección" y "actitud mental". La imagen conceptual es ahora como el "ojo epocal" de Michael Baxandall[38], una Gestalt perceptual radicalmente histórica o una predisposición culturalmente específica a dar forma a la ambigüedad de ciertas maneras. En una visión tal, es difícil determinar si las imágenes están basadas en los recuerdos de otras imágenes (las que aún piden la postulation de una imagen mental) o si en cambio están simplemente basadas en imágenes anteriores, modelos reales. Además, es difícil distinguir el saber qué lo hace del saber cómo lo hace, o sea, distinguir la imaginación de cosas a ser hechas de la otra vez culturalmente específica habilidad de hacer imágenes de ciertas maneras, por medio de ciertas técnicas y hábitos. La gente que hace artefactos son especialistas que, más que trabajar simplemente desde la memoria o desde prototipos reales, han estado aprendiendo operaciones específicas, tal como Gombrich presenta la historia del naturalismo occidental, en una dimensión básica: como una historia de la invención y desarrollo de ciertas habilidades. Regresaré a esta cuestión al final de este capítulo.
En Arte e Ilusión Gombrich también elimina la distinción entre imágenes "conceptuales" e ilusionistas, mantenida en "Meditaciones sobre un Caballo de Juguete", argumentando que todo arte es conceptual porque todo arte "se origina en el cerebro humano". Todas las imágenes son "modelos relacionales" visuales. El relativamente tosco mapa de la realidad visual provisto por el dibujo de un niño no es diferente en principio del "más rico mapa" presentado por las imágenes naturalistas[39]. Sin embargo, debe reconocerse que la eliminación de Gombrich de la distinción se realiza con un costo, porque la nueva definición separa enteramente a las imágenes de sus orígenes sustitutivos, o sea, de lo que Gombrich considera sus más profundos orígenes psicológicos, incluso sus orígenes últimos. Pero cuando la "imagen conceptual" deviene un "modelo relacional", y toda representación visual deviene conceptual, en el sentido de ser relacional, todos los valores anteriores, las "reglas básicas", de la "imagen conceptual" están perdidos, o se pierden de vista, tanto para el arte "primitivo" como para el arte naturalista occidental.
Gombrich también independiza la "imagen conceptual" de sus antiguas amarraduras mágicas colocando la noción del concepto en una tradición lógica al menos tan antigua como el De interpretatione de Aristóteles. Así como la "cabraciervo" de Aristóteles, una criatura fabulosa fabricada en el ojo mental de la imaginación, no es falsa cuando se le agrega un predicado bajo el cual, por ejemplo, deviene el sujeto de una afirmación -"las cabraciervos viven en Grecia"-, de la misma forma, según Gombrich, una imagen no es falsa cuando se dice que es o describe algo[40]. Este argumento tiene el efecto, una vez más, de desvalorizar la autoridad del ícono mental como un signo natural, desde el momento en que el ícono tanto puede fácilmente ser un producto de la imaginación como un rastro de sensación. Para utilizar nuevamente el ejemplo de Aristóteles, un pintor podría realizar una pintura de una cabraciervo, y hacerla parecer "real" (como sucedía, de hecho, con una gran parte de la pintura desde el Renacimiento, que en dicha época se llamaba "verosímil" más que "real", porque las imágenes fantásticas estaban pintadas de la misma forma que otras que podían registrar eventos reales). Nuevamente, la imagen (o cuadro o pensamiento mental, el concepto) de una cabraciervo sólo es falsa si es rotulada como la imagen de una criatura que existe o como habitante de un zoológico. Para Gombrich, es significativo señalarlo, las pinturas -representaciones del mundo concretas e históricas- reemplazan a la imagen mental. En sí mismas, las imágenes naturalistas (sean imitativas o fantásticas) son inherentemente ambivalentes como su verdad. Puedo pintar aparentes retratos de individuos que jamás he visto, o que incluso jamás han existido.
La analogía de Gombrich entre arte y lenguaje puede ser seguida así por conclusiones muy similares a los principios a ser extraídos de la segunda definición de Saussure de la significación. Ha eliminado los dos íconos mentales que han servido tradicionalmente para garantizar la representación visual, la imagen retínica y el concepto, para reubicarlos como un tipo de representación más funcionalista, y concluye su segundo capítulo afirmando que la "forma de representación no puede ser divorciada de su propósito y los requerimientos de la sociedad en la que el lenguaje visual dado se difunde"[41]. Gombrich no completa el programa implícito en esta conclusión. Sin embargo, la conclusión se sigue del argumento y muestra a Gombrich arribando a la distinción entre lo que antes fue llamado lo ontológico y lo social, y habiendo optado por lo último como el curso preferido para la interpretación historico-artística. Estas implicancias pueden ser extendidas. Si el concepto, en efecto, deviene previo a las imágenes en una tradición, necesariamente integral con las tradiciones de habilidades correlativas, como el hecho de que las imágenes nuevas son hechas para lugares y propósitos nuevos dentro de tradiciones de uso adoptadas, entonces la noción de arte puede ser extendida para incluir no sólo las imágenes sino los espacios de uso de los cuales esas imágenes son inseparables. Esto, a su vez, sugiere un tipo de "competencia" que involucra no sólo la comprensión de los signos, sino más bien una competencia constitutivamente práctica conforme a lo que uno sabe que debe hacerse en circunstancias sociales, en todos los sentidos de esa palabra. Esta competencia es, por supuesto, recíproca en relación con la forma culturalmente específica de aquellos medios ambientes; en otras palabras, hay un acuerdo entre el comportamiento apropiado y los tiempos y espacios culturalmente específicos dentro de los cuales es actuado. Para hacer una última analogía con el lenguaje, con la intención de indicar la división fundamental entre lenguaje y arte, la sintaxis del arte -el "mismo orden" del que son sujeto la pintura, la escultura y la arquitectura- es el espacio real en el que están realizadas. En un caso tal, el arte no es simplemente ilustrativo del contexto; en un sentido importante, irreductible e incluso literal del término, es contexto. Y el contexto espacial real nos lleva de vuelta al tema de qué significo por condiciones a través de las cuales se realizan las articulaciones específicamente culturales del espacio -o sea, la articulación convencional del espacio como la base de construcciones convencionales de comportamiento.

III

Ahora quiero volver a dos puntos que fueron tocados en las secciones anteriores, la noción de "incorporealidad" ("incorporeality") de Saussure y la de "modelo relacional" de Gombrich. Ambas ideas corren casi exactamente en dirección contraria a lo que significo por condiciones y puedo comenzar a concluir este capítulo explicando por qué esto es así.
Para ser adecuadamente definidas por "diferencia", y para las apropiadas inferencias al ser delineadas por esta definición, es necesario, según Saussure, que las palabras de un lenguaje estén completamente divorciadas de sus bases material y sensual. Es incidental para el sistema dentro del cual las palabras son significantes el hecho de que sean uno u otro sonido o que esos sonidos tengan uno u otro carácter o cualidad. En el caso de las imágenes, no es simplemente el carácter estético o expresivo de su realización lo que es significante (como también lo es para las palabras, por ejemplo, en la poesía) sino es el hecho de la realización misma que apunta a los espacios reales (y virtuales) dentro de los cuales posee sus propios modos de significancia. (Significo "hecho" en el sentido etimológico de algo evidentemente dado, o sea, de algo diferente de lo que ha sido consecuencia de un agente. En una definición tal, los hechos podrían ser incluidos en la más grande categoría de los eventos, los cuales deben ser explicados en términos distintos de aquellos de un agente) Tal objetividad implica lo que estuvo siempre allí para ser encontrado, y lo que fue cambiado por un esfuerzo real, transformado por movimientos reales de la mano, y usado en un espacio determinado para propósitos específicos por específicos grupos de gente. Tal espacialidad real tiene sus propias coordenadas y decoros, los que, aunque otra vez sean culturalmente específicos, no son radicalmente culturalmente específicos, o sea no totalmente convencionales, no más que como las categorías básicas de la experiencia espacial para personas en muchas culturas no son de manera importante fundamentalmente las mismas. Las imágenes no sólo representan: emplazan y reemplazan, expresan lo que queremos encarar, realizado por medios materialmente determinados, con resultados igualmente definitivos, en espacios colectivos determinativos. La significancia de todo esto debe eludir nuestra comprensión si se asume desde el principio que las relaciones espaciales reales no constituyen en sí mismas un significado irreductible.
El valor espacial real de las imágenes, su corporealidad distintiva, conduce alrededor de la categoría de "modelo relacional" de Gombrich. Definir todas las imágenes, como hace Gombrich, como "modelos relacionales" es definirlas no meramente en términos de semejanza sino en términos de relaciones varias, análogas a aquellas que se hallan en lo que es representado. He aquí un simple ejemplo: dada una superficie plana como condición de la representación, un botón sonriente provee una imagen adecuadamente reconocible poniendo tres marcas en un círculo de forma tal que correspondan al orden de los ojos y la boca en un rostro humano. Un retrato hecho por Jan van Eyck podría ser considerado un modelo más complejo, ajustado a la dimensión virtual, que describe así muchas más relaciones de superficies visibles, de manera tal que ambos rostros pueden ser ubicados cerca en cualquier extremo de la misma escala de la descripción de relaciones. Gombrich entonces argumenta que las diferencias de complejidad de los modelos están determinadas por los usos a los cuales se ajustan las imágenes al ser hechas. Como he observado, este apego al uso indica el camino que he estado intentado clarificar, así como la insistencia en la mediación de todas las imágenes. Al mismo tiempo, veo la idea del modelo relacional como un impedimento mayor a la realización de la meta de Gombrich de una comprensión de las imágenes basada en el uso y la mediación, por el hecho de que, como la "incorporealidad" de Saussure, implica que la pura relación, más que las condiciones de realización, es esencialmente importante para todas las imágenes. Así, esto separa explícitamente a las relaciones de las condiciones de realización, definiendo al uso simplemente en términos de tipos y grados de informatividad, y de esta forma haciendo imágenes separadas de los valores sustitutivos en el centro de sus valores espaciales reales considerados.
En la medida en que es un signo, un ícono (como Gombrich acordaría) significa a través de su similitud; esta similitud puede ser leve, o consistir sólo en unas pocas características, como en el caso del palo de Gombrich que sirve como un caballo de juguete. Como escribió C. S. Peirce, "algo es puesto como Sustituto de algo que es semejante"[42]. El palo es semejante a un caballo sólo en formas salientes que lo hacen útil en el juego del que es parte; en otros sentidos es arrolladoramente desemejante a un caballo, y de hecho podría ser menos útil en el juego si fuese más semejante a un caballo. Lo mismo puede ser dicho acerca de las imágenes, o sea, íconos similares en virtud de algún grado de comparabilidad de apariencia. En general, la similitud no agota ningún ícono, y, por otra parte, ningún ícono es en sentido positivo aquello que representa. Una imagen es al mismo tiempo una pieza de piedra trabajada, pintura sobre un lienzo preparado, papel con marcas sobre él, el patrón hecho por un haz de electrones registrando instantáneamente una pantalla. Una imagen es similar sólo porque es disimilar, disimilar en el simple sentido de que es confirmada, sostenida y relatada a personas, espacios y otras cosas por su desemejanza física real con aquello que representa. La estatua se parece al general, pero el general no fue hecho en bronce. En general, la desemejanza no debe sólo ser vista como positiva; también debe ser vista como aquello que más claramente distingue la significancia de las imágenes. La desemejanza de las imágenes, más que el vehículo pasivo de su parecido, es una parte esencial de su uso y significado y provee miles de pistas para sus filiaciones históricas. La desemejanza es el hecho específico de la imagen, el que indica las operaciones por las cuales la imagen llegó a ser como es y también indica específicos espacios de uso.
Lo que deseo señalar puede ser ilustrado ahora comparando las imágenes con las palabras. La "incorporealidad" del signo verbal es integral con su suposición de valor desde las reglas de su combinación con otros signos verbales. Si pienso en las circunstancias espaciales (y temporales) reales del lenguaje -lo que es análogo a las condiciones tal como deseo definirlas- entonces es evidente que sus formatos (como opuestos a las reglas internas de la estructura del lenguaje, siendo la relación entre el formato y esas reglas, sin embargo, otro problema) están altamente reglamentados, precisamente suprimiendo y encauzando posibles variaciones espaciales, como en discos, cintas, páginas y libros. La reglamentación espacial de los textos también involucra patrones altamente específicos de comportamiento (patrones de comportamiento fácilmente distinguibles de aquellos apropiados para las imágenes, pero que pierden su distinción, debe señalarse, cuando suponemos que estamos "leyendo" imágenes). En el nivel que estoy tratando de definir y clarificar, las relaciones significantes para las imágenes no son las relaciones "formales" que presuponen su incorporealidad, sino más bien las relaciones espaciales reales en un sentido u otro integrales y continuas con su corporealidad real.
Meyer Schapiro hace una distinción relacionada con la que he hecho sobre su ensayo acerca de lo que llamó "campo y vehículo en signos-imagen". Trata "los elementos no miméticos del signo-imagen y su rol en la constitución del signo"[43]. Por "no mimético" Schapiro significa muy cercanamente lo que he llamado "desemejanza". "Campo" y "vehículo" no son la imagen en la medida en que es un ícono, sino que son la imagen considerada como un ícono realmente expresado. Así, los argumentos de Schapiro comienzan desde el principio que desnuda que la iconicidad es sólo una fracción -una pequeña fracción- de la significancia de una imagen, y que las condiciones de la constitución de una imagen proveen acceso a la fracción mayor de significancia. Sin embargo, he generalizado este principio para implicar no simplemente formatos y relaciones internas a ellos, sino también los espacios con los cuales sus significados prácticos son siempre integrales.
La presuposición de que el significado de las imágenes es agotado por la representación (o, como corolario, por la manera de representación, la "unidad de forma y contenido" que, por supuesto, subordina forma a contenido) es un impedimento mayor para la interpretación artístico-histórica y es quizá en sí misma un corolario de la suposición occidental profundamente asentada de que las imágenes imitan las apariencias de las cosas o eventos, y que todas las imágenes hacen esas cosas tanto rica como pobremente, completa o incompletamente, por lo que, como escribió Aristóteles, el placer que tomamos de la imitación es el placer del reconocimiento: aquella es una pintura de un perro o de un caballo[44]. En tal visión, adecuadas imitación y palabra, imagen y rótulo, son intercambiables. Pero el asunto no es tan simple. La estatua de bronce es una imagen de algún hombre sobre algún caballo desde que está rotulada (un servicio, en efecto, a menudo dado por la técnica histórico-artística de la iconografía, cuyo suceso e interés refuerza la noción errónea de que las imágenes son equivalentes a textos). Pero quiero indicar algo más que tales diferencias de significación, las que en sí mismas apuntan a una presunta comparabilidad que oscurece el nivel de significancia al que me quiero referir. Habiendo encontrado el monumento de bronce en la plaza ciudadana, inferiremos mucho más que lo que reconocemos, o lo que podríamos aprender acerca de ella leyendo un rótulo. Desde el material con el cual está hecha y la destreza con la cual ha sido trabajada, podemos inferir tecnologías y técnicas tanto como la importancia de la persona tan conspicua y honoríficamente conmemorada; si ubicamos la imagen en la serie histórica de retratos de bronce o estatuas ecuestres a la que pertenece, comenzaremos a comprender qué tipo de conmemoración es. De su locación en un espacio cívico, su tamaño, centralidad y elevación, otra vez concluiremos seguramente tanto la importancia de la persona representada como la de la incorporación de esta imagen dentro de un gran orden público.
No sólo debe ser una imagen hecha de algo y ubicada en algún lado, sino que estas condiciones irreductibles, si por lo tanto son necesariamente constantes, están al mismo tiempo articuladas de diferentes maneras en culturas diferentes; además, no hay, y no puede haber insignificantes o meramente arbitrarias elecciones determinadas por el reclamo prevalente acerca de algunos medios u otros de ilustración. Estas diferentes articulaciones tienen continuidades, historias, y no es posible comprender las tradiciones artísticas sin explicar estas continuidades. Al igual que lo que sucede con el problema de escribir estas historias, y hacerlas parte de la interpretación histórica, estas condiciones apuntan a un nivel de interpretación muy apartado del sugerido por la relación entre imágenes, reconocimiento y rótulos. Aquellos que primero utilizaron los artefactos y lugares que estudiamos, ya comprendieron los valores y finalmente el comportamiento exigido por la articulación de las condiciones. Esta comprensión finalmente enraizada en el uso de los artefactos (incluyendo las imágenes) y lugares, está obstruidas por nosotros simplemente porque ya comprendemos que los artefactos y espacios tienen otra significancia, determinada por otras articulaciones de las condiciones. No se trata simplemente de que no sabemos lo que significan los artefactos y los lugares, en el sentido de que no sabemos que una mujer sosteniendo un melocotón es una alegoría de la Veracidad hasta que consultamos la Iconología de Ripa[45]; es también el caso de que no sabemos qué hacer o por qué se espera que lo hagamos. No podría darse mejor ejemplo que el de los objetos en un museo. Los polípticos italianos del siglo XIV o las máscaras africanas para danza, aunque podamos admirar las características formales de cada uno de ellos por su instalación, son objetos que no sabemos cómo usar, y mucho menos conocemos los recintos, ocasiones y rituales a los cuales esos objetos y sus usos fueron ajustados. Por lo mismo, como asiduos visitantes de los museos modernos, participantes en la moderna institución del museo, conocemos otros patrones de uso en otros espacios. Ambos son importantes para la interpretación histórico-artística. Son los espacios y los usos que no conocemos los que finalmente explican por qué esas obras fueron hechas de la manera en que evidentemente lo fueron; al mismo tiempo, debemos entender nuestros propios espacios y usos institucionales, y la contingencia histórica de nuestros propios espacios y usos institucionales, para intentar comprender el arte de otros tiempos y lugares. La investigación de tal significado, sostengo, pide el reconocimiento de la significancia previa de las condiciones y el reconocimiento adicional de que los significados convencionales de las imágenes y los lugares, o sea, que la comunidad perdida de su significado, está enraizada en esas condiciones.
Los espacios perdidos o parcialmente sobrevivientes a los cuales todos los artefactos en tantas formas pertenecieron una vez, estuvieron llenos de individuos cuyo comportamiento en esos espacios fue más o menos diferente del nuestro. Algo de ese comportamiento fue el hacer arte, un hacer aún visible en la factura de las obras en sí mismas. Demasiado poca atención se ha dado al principio de Gombrich que sostiene que las tradiciones artísticas son tradiciones de habilidades y que los cambios en ellas son por lo tanto, de un grado u otro, modificaciones de habilidades. De este principio puede delinearse una inferencia fundamentalmente importante: el hecho de que las imágenes no tienen (y no pueden tener) una simple causa mental precedente, que hacer una imagen en cierto sentido no se trata de duplicar una imagen mental en material, sino más bien un asunto de saber qué hacer para hacer una imagen de un cierto carácter. En principio, no puede delinearse una distinción entre duplicar una imagen mental y saber cómo hacer una imagen y, de hecho, la insistencia sobre la precedencia de la imagen mental simplemente continua las viejas suposiciones idealistas de la historia del arte como historia de la imaginación. Este argumento no significa que las imágenes mentales (o imaginación) no tienen nada que ver con la realización de imágenes reales, aunque esto es negar que las imágenes mentales tienen que hacer todo en esa realización; es más bien proveer una mejor explicación, o parte de una mejor explicación, para la conservación y continuidad de las tradiciones artísticas.
El argumento anterior podría ser resumido diciendo que ningún ícono es definido por su iconicidad, y, en la medida en que lo es (o se piensa que lo es), positivamente oculta las condiciones de su iconicidad. Tal ocultamiento podría decirse que está implícito en el uso de los íconos. O sea que tomamos un cierto tipo de información de ellos ("ése es el rey") y prestamos poca atención a la manera en que la imagen nos es presentada. Pero cuando somos usuarios de imágenes prestamos poca atención precisamente porque ya conocemos la significancia de la situación de la cual el ícono es una parte, una significancia de hecho construida por el ícono y por el espacio al que pertenece. Quizás (como Roland Barthes podría sugerir) el ícono "naturaliza" sus condiciones, las hace parecer todas de la misma sustancia semiótica, al igual que la imagen fotográfica en publicidad -la que tiene el valor de lo "real"- naturaliza la manifiesta invención de la organización en la que juega parte y así oculta el nivel total de significancia ideológica de esa organización[46]. Pero si las condiciones de las imágenes constituyen el fondo contra el cual el ícono es visible, entonces aquello que es inconsciente y "natural" para el usuario de imágenes debe ser el objeto del análisis conciente por parte del historiador del arte si el mundo de la obra de arte ha de ser reconstruido, interpretado, y comprendido como una posibilidad humana alternativa.


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[1] Capítulo 9 de KEMAL, Salim y GASKELL, Ivan (eds.). The Language of Art History. Cambridge: Cambridge University Press, 1991. 245 p.; il. b. y n. ("Cambridge Studies in Philosophy and the Arts"). Trad.: Marcelo Giménez
[2] M. Fried, Absorption and Theatricality. Painting and Beholder in the Age of Diderot (Berkeley, Los Angeles, y Londres, 1980), p. 4 y 93 (subrayado agregado).
[3] He tratado estas cuestiones de manera preliminar en "Conventions in the History of Art", New Literary History, 13 (1981), p. 103-125; y en "Intentions in the History of Art", New Literary History, 17 (1985-1986), p. 305-321.
[4] Véase mi " 'Form", Nineteenth-Century Metaphysics, and the Problem of Art Historical Description", Critical Inquiry, 15 (1989), p. 327-406.
[5] En el capítulo 10 de este volumen ("A minimal syntax for the pictorial"), Andrew Harrison trabaja sobre muchos de los mismos temas que trataré. Las diferencias entre los dos argumentos pueden quizá aclararse considerando las nociones de Harrison de "simetría" y "asimetría", análogas a la distinción que haré luego en este ensayo entre "semejanza" ("likeness") y "desemejanza" ("unlikeness"). Como comprendo sus argumentos, Harrison acepta con modificaciones la definición de Gombrich de las imágenes como "modelos relacionales" (también discutidas luego), prefiriendo la metáfora de un mapa para la pintura más que el de una ventana. Las pinturas son "simétricas" con lo que representan en que refieren a sus objetos, pero son "asimétricas" en que no son sus objetos. La asimetría, así, comienza a definir lo extrarreferencial acerca de las pinturas, loque Harrison explora como "sintaxis", llamada en un punto la "condición sintáctica de lo pictórico" y comparada a una "gramática generativa" (p. 229). La simplicidad de esta sintaxis da cuenta del hecho de que los que ven imágenes tienen una mucho más amplia competencia que los escuchas o lectores (esto quiere decir que más gente se reconoce unas a otras a través de imágenes que a través de sus lenguajes). Es importante señalar que Harrison no compara pinturas y lenguaje para señalar la arbitrariedad; más bien argumenta, como yo haré, que las imágenes, y especialmente las imágenes simples (lo que yo entiendo significa por "imágenes demóticas") son suficientemente reconocibles y apunta en cambio a lo que podría llamarse analogías y disanalogías estructurales. Harrison mismo escribe que lo que él llama el "minimalismo" de la sintaxis pictórica "es la fuente de las más interesantes disanalogías (con el lenguaje)" (p. 227) y yo coincidiría. Cuestionaría, sin embargo, si es preferible, incluso, mantener la metáfora lingüística de la sintaxis. Harrison está interesado en lo que llamaré "virtualidad" (con nuestra capacidad de ver tres dimensiones en dos; véase la nota 6 más adelante en este capítulo) y otra vez yo coincidiría en que hay una estructura extralingüística de virtualidad, la que puede ser caracterizada como un tipo de "sintaxis". Pero, como veremos, argumentaré lo que corresponde a un nivel más profundo de sintaxis es la base espacial real de las imágenes, enraizada en el simple hecho de que siempre hacemos imágenes fuera de lo que ya estaba allí y desde los modos de representación tomados de las exigencias de aquellas condiciones.
[6] Véase mi "This is not a Sign: Some Remarks on Art and Semiotics", Art Criticism, 3 (1986), p. 30-45.
[7] El 'espacio real" es el espacio en que nos encontramos nosotros mismos, con sus propias estructuras y decoros, los que son, sin embargo, siempre construídos culturalmente; el "espacio virtual" es el espacio que parece que vemos en las superficies, como en las pinturas y los dibujos. El espacio real es la categoría previa porque siempre tenemos una relacion espacial real con cualquier superficie ilusionista. Me interesaré mucho más en este capítulo por el espacio real.
[8] F. de Saussure, Course in General Linguistics, ed. C. Bally et al. (New York, Toronto y Londres, 1966), p. 66.
[9] Ibid., p. 67.
[10] P. L. Health, "Concept", The Encyclopedia of Philosophy, ed. P. Edwards (New York y Londres, 1967), vol. II, p. 177-180.
[11] Aristóteles, On the Soul, Parva naturalia, On Breath, trad. de W.S. Hett (Cambridge y Londres, 1975). En De Anima (431a17) Aristóteles afirma el principio de que "el alma nunca piensa sin una imagen mental" (phantasmata); esto es repetido en De memoria et reminiscentia (449b32, 450a13) y elaborado con el ejemplo de una impresión de un signet ring (también usado en De anima, 424a15ff., para definir la sensación como la primera aprehensión del alma de la forma sin materia). La metáfora de esta impresión o marca es extendida como "un tipo de pintura", lo que a su vez sirve como la base para una importante discusión sobre la memoria.
[12] D. Summers, The Judgment of Sense. Renaissance Naturalism and the Rise of Aesthetics (Cambridge, 1987), p. 209; véase también J. Weinberg, "Abstraction in the Formation of Concepts", en Dictionary of the History of Ideas, ed. P. P. Weiner (New York, 1968), vol I, p. 1-9.
[13] Véase E. H. Gombrich, "Art History and Psychology in Vienna Fifty Years Ago", Art Journal, 44 (1984), p. 162-164. La idea de la "imagen conceptual" es un leit motiv en los escritos de Gombrich; en Art and Ilusion. A Study in the Psychology of Pictorial Representation (Princeton, 1969), el arte "primitivo" y el infantil están ligados a "símbolos de conceptos" (p. 292).
[14] M. Schapiro, "Style", en Aesthetics Today, ed. M. Philipson (Cleveland, 1961), p. 99.
[15] Véase E. Panofsky, Idea. A Concept in Art Theory, trad. de J. J. S. Peake (Columbia, 1968); y E. H. Gombrich, "Icones Symbolicae. Philosophies of Symbolism and their Bearing on Art", en su Symbolic Images. Studies in the Art of the Renaissance II (2º ed., Chicago, 1985), p. 123-234.
[16] "Real Metaphor. Toward a Redefinition of the Conceptual Image", en Visual Theory, ed. N. Bryson, M. A. Holly, y K. Moxey (Oxford, 1991), p. 231-259.
[17] Aristóteles, De interpretatione 16a1-9.
[18] Summers, Judgment of Sense, p. 189, nota 12.
[19] Sobre los signos naturales véase B. E. Rollin, Natural and Conventional Meaning. An Examination of the Distinction (La Haya, 1976). El escritor que yo sepa que más tempranamente se haya referido a las imágenes como signos naturales es Roger Bacon (véase K. M. Fredborg, L. Nielsen y J. Pinborg, "An Unedited Part of Roger Bacon's 'Opus maius': 'De signis'", Traditio, 34 -1978-, p. 76). Habiendo citado la De doctrina christiana de Agustín, Bacon escribe que hay signos naturales "per configurationem, como la imagen de San Nicolás es el signo de su forma y conformación. Y así todas las especies son signos de cosas". Bacon podría realizar esta argumentación porque la teoría de la luz de Alhazen hizo posible describir la copia de un patrón de puntos de luz de una superficie a otra, con lo que la relación entre objeto y visión devino claramente indicial. Podría sugerirse que la descriptibilidad de esta relación, fundamental para la óptica moderna, fue lo que ha dado a la imagen retínica (y fotográfica) la peculiar autoridad de la que ha disfrutado en los tiempos modernos. Las especies, el ícono en la sensación, fue inmediatamente visto como una hipótesis innecesaria (véase K. Tachau, "The Problem of the Specie in Medio at Oxford in the Generation of Ockham", Medieval Studies, 44 (1982), p. 400: " el conocimiento intuitivo no requiere una representación o imagen; todo lo que se requiere es una cualidad impresa")Este simple argumento suscitó las mismísimas y fundamentalísimas preguntas acerca de cómo la mente conoce el mundo y acerca del rol de la "forma" en ese proceso; también devino la visión progresiva de la temprana ciencia moderna. Véase N. L. Maull, "Cartesian Optics and the Geometrization of Nature", Review of Metaphysics, 32:2 (1978), p. 253-273.
[20] Summers, Judgment of Sense, p. 137-139.
[21] Platón, Filebo, 39b; para Aristóteles, véase la nota 10 más arriba.
[22] W. J. T. Mitchell, Iconology. Image, Text, Ideology (Chicago y Londres, 1986), p. 5-6.
[23] Saussure, Course, p. 68.
[24] Ibid. La presentación de Saussure de la lingüísitca como la más pura forma de semiología está más ampliada por un escritor como R. Barthes, quien afirma que "la lingüística no es una parte de la ciencia general de los signos, ni siquiera una parte privilegiada; es la semiología la que es una parte de la lingüísitca" (Elements of Semiology, trad. de A. Lavers y C. Smith -New York, 1968-, p. 11). Esta altamente cuestionable noción es para mí esencial tanto para el estructuralismo como para el post-estructuralismo.
[25] Saussure, Course, p. 114-122.
[26] Ibid., p. 113.
[27] Ibid., p. 118-119.
[28] Ibid., p. 119-120.
[29] Gombrich, Art and Ilusion, p. 8-9.
[30] Ibid., p. 362; véase también p. 345: "Todos los descubrimientos artísticos son descubrimientos no de semejanzas sino de equivalencias que nos permiten ver la realidad en términos de una imagen y una imagen en términos de realidad".
[31] Ibid., p. 89-90.
[32] Ibid., p. 23.
[33] E. H. Gombrich, Meditations on a Hobby Horse and Other Essays on the Theory of Art (Londres, 1963), p. 10.
[34] Ibid., p. 9.
[35] Ibid., p. 6-7 y passim.
[36] Art and Ilusion, p. 139.
[37] Ibid., p. 225.
[38] M Baxandall, Painting and Experience in Fifteenth-Century Italy: A Primer in the Social History of Pictorial Style (Oxford y New York, 1972), p. 29-108.
[39] Gombrich, Art and Ilusion, p. 87.
[40] Ibid., p. 89.
[41] Ibid., p. 90. La interdependencia de la imagen y la función está mucho más sugestivamente tratada en "Meditaciones sobre un Caballo de Juguete". Una reafirmación del mismo principio en un ensayo más reciente, el "Espejo y Mapa: Teorías de la Representación Pictórica" de Gombrich, en The Image and the Eye. Further Studies in the Psychology of Pictorial Representation (Oxford, 1982 -p. 187-188-) extiende las ideas de Art and Ilusion.
[42] C. S. Peirce, Philosophical Writings, ed. J. Buchler (New York, 1955), p. 104.
[43] M. Schapiro, "On Some Problems in the Semiotics of Visual Art: Field and Vehicle in Image-Signs", en Semiotics, an Introduction, ed. R.E. Innis (Boomington, Ind., 1985), p. 208.
[44] Aristóteles, Poética, 1448b4ff.
[45] El ejemplo es de E. Panofsky, "Iconography and Iconology. An Introduction to the Study of Renaissance Art", en Meaning in the Visual Arts. Papers in and on Art History (Garden City, N.J., 1955), p. 29.
[46] R. Barthes, "Rhetoric of the Image", en su Image-Music-Text, ed. y trad. de S. Heath (New York, 1977), p. 32-51.