En Torno a Después del Fin del Arte, de Arthur Danto
Alicia Romero
Consideraciones en Torno al
Autor
Arthur C.
Danto, nacido el 1º de enero de 1924, en Ann Arbor, Michigan, USA, es filósofo,
teórico y crítico de arte contemporáneo.
Su
pertenencia a la corriente analítica, su predilección por Wittgenstein, Carnap,
Ayer, Russell; su condición de profesor emérito de la Universidad de Columbia,
y de presidente del consejo editorial del Journal
of Philosophy, son indicios para anunciar el perfil del autor de un
discurso teórico-artístico, difundido en la actualidad en nuestro campo
específico.
La
proyección internacional de su pensamiento se acelera a partir de la recepción
favorable que obtuvo el trabajo After the
End of Art, publicado en Estados
Unidos en 1997, premiado como 'mejor libro en el campo de las humanidades',
traducido al castellano como Después del
Fin del Arte. El Arte Contemporáneo y el Linde de la Historia[1].
Anteceden
esta obra, en el área filosófica su Analytical
Philosophy of History, (1965), escritos acerca de Nietzsche, Sartre y otros
pensadores; en teoría del arte su Transfiguration
of the Commonplace (1980), donde reflexionó acerca de la posibilidad de una
nueva definición de arte, The State of
the Art (1987), que presenta el concepto de 'fin de la historia del arte' y Beyond
the Brillo Box, que plantea el comienzo de la posthistoria o periodo
posthistórico del arte.
Su último
trabajo publicado The Madonna of the
Future: Critical Essays in a Pluralistic Art World (2000), trata sobre
multiculturalismo y globalización.
Como
crítico de arte es colaborador del semanario The Nation (desde 1984) y, esporádicamente, ha hecho artículos para
Artforum y otras publicaciones
periódicas.
Uno de
los primeros escritos de Danto relacionados con lo artístico, tuvo origen en el
impacto que recibiera ante la presencia de las cajas Brillo de Andy Warhol, por primera vez exhibidas en 1964, en Galería Stable de New York.
El
trabajo subsecuente, que presentó en un congreso de filosofía organizado por la
American Philosophical Association, según testimonios del propio autor, no tuvo
buena acogida: "En aquellos momentos mi ponencia, que denominé ‘The Art
World’, pareció muy provocativa a mis colegas filósofos y más aún cuando la
publiqué en el Journal of
Philosophy"[2].
Allí
comenzó a madurar una teoría que, reflexionando la figura de Warhol, como
artista y pensador, acabará por ubicarlo como bisagra entre Modernidad y
Postmodenidad, período este último, descripto como de gran pluralismo y
liberalidad, caracterizado por la caída del componente estético, en la
definición del arte y por un cambio en las preguntas fundamentales, en lugar de
indagar ¿qué es el arte? lo importante es saber ¿cuándo hay que hablar de
arte?.
a) “Introducción: Moderno, Posmoderno y
Contemporáneo”
“Casi al
mismo tiempo pero ignorando cada cual el pensamiento del otro, el historiador
alemán del arte Hans Belting y yo publicamos textos acerca del fin del arte.[3]
[…] un cambio histórico importante había tenido lugar en las condiciones de
producción de las artes visuales aun cuando, aparentemente los complejos
institucionales del mundo del arte —galerías, escuelas de arte, revistas,
museos, instituciones críticas, curadores— parecían relativamente estables[4]”
[p. 25]
“Belting
publicó después un asombroso libro que traza la historia de las imágenes
piadosas en el Occidente cristiano desde los tiempos romanos hasta el 1400 d.C.
[…] La Imagen antes de la Era del Arte.
Eso no significaba que esas imágenes no fueran arte[5]
en un sentido amplio, sino que su ser
arte no figuraba en su producción, dado que el concepto de arte no había
realmente emergido todavía en la conciencia general, por lo que esas imágenes
—de hecho iconos— jugaron un papel bastante diferente en la vida de las
personas del que las obras de arte vinieron a jugar cuando el concepto de arte
al fin emergió y algo así como consideraciones estéticas comenzaron a gobernar
nuestra relación con ellas. Ni siquiera eran consideradas en el sentido
elemental de haber sido producidas por artistas (seres humanos que marcan
superficies) sino que eran observadas como si su origen fuera milagroso, como
la impresión de la imagen de Jesús en el velo de Verónica[6]”
[p. 25-26]
“Luego se
tiene que haber producido una profunda
discontinuidad en las prácticas artísticas, entre el antes y el después del
comienzo de la era del arte, dado que el concepto de artista no entraba en las
imágenes piadosas. Pero luego en el Renacimiento el concepto de artista se
volvió central hasta el punto que Giorgio Vasari escribió […] sobre la vida de
los artistas"5 [p. 26]
“Si esto
es concebible, entonces pudo haber existido otra discontinuidad, no menos
profunda que ésta, entre el arte producido en la era del arte y el arte
producido tras esa era. La era del arte no comenzó abruptamente en 1400, ni
tampoco finalizó de golpe hacia la mitad de los años ochenta, cuando
aparecieron los textos, el de Belting y el mío […] ahora que Belting ha llegado
a la idea de un arte anterior al comienzo del arte, deberíamos pensar en el arte después
del fin del arte, como si estuviéramos emergiendo desde la era del arte a otra
cosa, cuya exacta forma y estructura resta ser entendida” [p. 26].
“…era
bastante coherente con el final de la era del arte, tal como Belting y yo lo
entendíamos, que el arte fuera extremadamente vigoroso y no mostrase ningún
signo de agotamiento interno: la nuestra era una llamada de atención acerca de
cómo un complejo de prácticas dieron lugar a otras, aún cuando la forma del
nuevo complejo permanecía (y todavía permanece) oscura. Ninguno de nosotros
hablaba sobre la muerte del arte, a
pesar de que mi propio texto parece haber sido el artículo central en el
volumen, bajo el título La Muerte del
Arte. Ese título no era mío […]. Mi opinión no era que no debía haber más
arte (lo que realmente implica la palabra ‘muerte’), sino que cualquier arte
que surgiera debería crearse sin el beneficio de fortalecer ningún tipo de
narrativa6 en la que pudiera ser considerado su
etapa siguiente. Lo que había llegado al final era esa narrativa, pero no el
tema de la narrativa” [p. 26-27].
“La tesis
de Belting también era sobre narrativas. ‘El arte contemporáneo’, escribió,
‘manifiesta una conciencia de la historia del arte, pero no la lleva mucho más
lejos’. Habla también de la ‘relativa y reciente pérdida de fe en una gran
narrativa que determine el modo en que las cosas deben ser vistas’. En parte esto es lo que significa no pertenecer
más a una gran narrativa que se inscribe ella misma en algún sitio de nuestra
conciencia, […] que marca la sensibilidad histórica del presente, y lo cual
ayuda (si Belting y yo estamos en lo cierto) a definir una aguda diferencia
entre el arte moderno y contemporáneo, cuya conciencia, creo, comenzó a emerger
a mediados de los setenta. Ésta es una característica de la contemporaneidad
(pero no de la modernidad) y debe haber comenzado insidiosamente, sin slogan y sin logo, sin que nadie fuera
fuertemente consciente de que hubiese ocurrido […], el arte contemporáneo no
tiene un alegato contra el arte del pasado, ni tiene sentido que el pasado sea
algo de lo cual liberarse, no tiene sentido aún cuando sea absolutamente
diferente como arte del arte moderno en general. Parte de lo que define el arte
contemporáneo es que el arte del pasado está disponible para el uso que los artistas
le quieran dar. Lo que no está disponible es el espíritu en el cual fue creado
ese arte” [p. 27-28].
“El
paradigma de lo contemporáneo es el collage,
tal como fue definido por Marx Ernst, pero con una diferencia: Ernst dijo
que el collage es ‘el encuentro de
dos realidades distantes en un plano ajeno a ambas’. La diferencia es que ya no
hay un plano diferente para distinguir realidades artísticas, ni esas
realidades son tan distantes entre sí. Esto se debe a que la percepción básica
del espíritu contemporáneo se formó sobre el principio de un museo en donde
todo arte tiene su propio lugar, donde no hay ningún criterio a priori acerca de cómo el arte deba
verse, y donde no hay una narrativa a la que los contenidos del museo deban
ajustarse. Hoy los artistas no consideran los museos como si estuvieran llenos
de arte muerto, sino como llenos de opciones artísticas vivas. […] y está
emergiendo una forma de arte que utiliza los museos como depósito de materiales
para un collage de objetos ordenados para sugerir o defender una tesis. […] En
cierto sentido el museo es causa, efecto y encarnación de las actitudes y de
prácticas que definen el momento
posthistórico del arte” [p. 28].
“La
modernidad marca un punto en el arte, antes del cual los pintores se dedicaban
ala representación del mundo, pintando personas, paisajes, eventos históricos,
tal como se les presentaban o hubieran presentado al ojo. Con la modernidad,
las condiciones de la representación se vuelven centrales, de aquí que el arte,
en cierto sentido se vuelve su propio tema7.
[…] [El crítico Clement Greenberg, en su ensayo de 1960 Pintura Modernista dijo de Kant:] ‘Concibo a Kant como el primer
modernista verdadero porque fue el primero en criticar el significado mismo de
crítica”. […] Supongo que la correspondiente concepción de la pintura debería
ser no tanto el representar la apariencia de las cosas, sino responder a la
pregunta de cómo la pintura fue posible. [¿Quién llevó la pintura desde lo
representacional hacia la vía en que los medios de la representación se vuelven
el objeto de la representación?]. Para Greenberg, Manet se convirtió en el Kant
de la pintura modernista. […] ‘en virtud de la franqueza con la cual
manifestaban las superficies planas donde eran pintadas’. La historia de la modernidad
se desplazó desde allí a través de los impresionistas ‘quienes abjuraron de la
pintura de base y las veladuras para dejar al ojo sin dudas de que los colores
que usaban eran pintura que provenía de tubos o potes’, hasta Cézanne, ‘que
sacrificó la verosimilitud o la corrección para lograr ajustar sus dibujos y
dibujar más explícitamente la forma rectangular del lienzo’. [p. 29-30].
“Todo
aquello que Meyer Schapiro trata como ‘rasgos no miméticos’ de lo que todavía
podrían ser residualmente pinturas miméticas: el plano, la conciencia de la
pintura y la pincelada, la forma rectangular, la perspectiva desplazada, el
escorzo, el claroscuro, son los puntos progresivos de una secuencia de
desarrollo. El cambio desde el arte ‘premoderno’ al arte de la modernidad, si
seguimos a Greenberg, fue el cambio desde rasgos de pintura mimética a no
mimética. [Lo que no significa] que la pintura tuviera que volverse no objetiva
o abstracta, sino solamente que sus rasgos representacionales fueron
secundarios en la modernidad, mientras que habían sido fundamentales en el arte
premodernista […] Greenberg es el más grande narrador de la modernidad”. [p. 30].
“…el
concepto de modernidad no es meramente el nombre de un período estilístico que
comienza en el ultimo tercio del siglo XIX, en el mismo sentido que manierismo
es el nombre de un período estilístico que comenzó en el primer tercio del
siglo XVI. [Manierismo, barroco, rococó, neoclasicismo, romanticismo]
constituyeron profundos cambios en el modo en que el arte representa el mundo
[…]. el modernismo [en cambio] está marcado por el ascenso a un nuevo nivel de
conciencia8, reflejada en la pintura como un tipo
de discontinuidad, prácticamente como si enfatizar la representación mimética
se hubiera vuelto menos importante que otro tipo de reflexión sobre los
sentidos y los métodos de la representación” [p. 30].
“El punto
es que ‘moderno’ no solamente significa ‘lo más reciente’.
Significa
tanto en filosofía como en arte, una noción de estrategia, estilo y acción. Si
fuera sólo una noción temporal 9, […] toda
la pintura contemporánea de Manet y de Cézanne sería modernista [y de hecho
mucha de esa producción no tiene lugar en la narrativa de la modernidad] […] En
la narrativa moderna el arte más allá de su límite, o no es parte del alcance
de la historia, o es una regresión a alguna forma anterior del arte. Para
[Greenberg], madurez [la acepción kantiana de mayoría de edad] significa
pureza, en el sentido en el que el término se conecta exactamente con lo que
Kant quiere decir en el título de su Crítica
de la Razón Pura: la razón aplicada a sí misma, sin ocuparse de otra cosa.
[…] el arte puro [es] el arte aplicado al arte mismo 10”
[p. 30-31]
“
‘Contemporáneo’, en el sentido más evidente, significa simplemente lo que está
sucediendo ahora: el arte contemporáneo sería el arte producido por nuestros
contemporáneos. […]. Entonces así como ‘moderno’ simplemente ha llegado a
denotar un estilo y un período, y no tan simplemente un arte reciente, ‘contemporáneo’ ha llegado a designar algo más que
simplemente el arte en el momento presente. En mi opinión designa menos un
período que lo que pasa después de terminados los períodos de una narrativa
maestra del arte y menos aún un estilo de arte que un estilo de utilizar
estilos” [p. 32].
“…lo
moderno [en algún momento entre un Pollock ya consagrado y la actualidad]
pareció haber sido un estilo que floreció aproximadamente entre 1880 y 1960,.
[…] parte del arte moderno continúo produciéndose […] pero no podría
considerarse contemporáneo, excepto […] en el sentido estrictamente temporal
del término. Cuando se reveló el perfil del estilo moderno, lo hizo porque el
arte contemporáneo había mostrado un perfil absolutamente diferente del
moderno. [Esto creó un linde]. El linde
se debió al hecho de que ‘lo moderno’ había adquirido un significado
estilístico y un significado temporal” [p. 33].
“…la distinción entre lo moderno y lo
contemporáneo no se esclareció hasta los años setenta y ochenta. […] la
necesidad de crear el término ‘posmoderno’ […] muestra por si mismo la relativa
debilidad del término contemporáneo como denominación de un estilo por
parecerse más a un mero término temporal. Pero quizás ‘posmoderno’ sea un
término demasiado fuerte, y que identifica sólo a un sector del arte contemporáneo.
En realidad, el término posmoderno me parece que designaría un cierto estilo al
que podemos aprender a reconocer. Es un término parecido al término ‘camp’11 que fue transferido desde el idiolecto gay al discurso común en un famoso
ensayo de Susan Sontag ¨[a través de estas categorías se pueden reconocer
objetos posmodernos y también objetos camp].
[Según una fórmula expresada por Robert Venturi en 1966, los primeros se
reconocen como ‘Elementos ‘híbridos’ más que ‘puros’, ‘comprometidos’ más que
‘claros’, ‘ambiguos’ más que ‘articulados’, ‘perversos’ así como ‘interesantes’
[a través de esta nómina podrían reconocerse como posmodernas obras de
Rauschenberg, Schnabel, Salle, la arquitectura de Frank Gehry, etc.]. Pero
parte del arte contemporáneo podría ser excluido, como las obras de Jenny
Holzer o las pinturas de Robert Mangold” [p. 33-34].
“[Si
hablamos de posmodernismos, se pierde
la capacidad de reconocer y ordenar] y el sentido de que el posmodernismo marca
un estilo específico. [Si usamos la palabra ‘contemporáneo’, tampoco designamos
un estilo identificable, y a la vez no hay nada que no se adapte a él]. Pero
eso es lo que caracteriza a las artes
visuales desde el fin del modernismo, como un período que es definido por una
suerte de unidad estilística, o al menos un tipo de unidad estilística que
puede ser elevada a criterio y usada como base para desarrollar una capacidad
de reconocimiento, y no hay en consecuencia la posibilidad de una dirección
narrativa. Por eso es que prefiero llamarlo simplemente arte posthistórico. Cualquier cosa que se hubiera hecho antes,
podría ser hecha ahora y ser un ejemplo de arte posthistórico. [metodología de
la apropiación]. […] Así lo contemporáneo es, desde cierta perspectiva, un
período de información desordenada, una condición perfecta de entropía
estética, equiparable a un período de una casi perfecta libertad. Hoy ya no
existe más ese linde de la historia. Todo está permitido” [p. 34]
www.de
artesypasiones.com.ar ©DNDA Exp. N° 340514
ROMERO,
Alicia [2000]. “En torno a Después del Fin del Arte, de
Arthur Danto”, en ROMERO, Alicia (dir.). De Artes y Pasiones. Buenos
Aires: 2005. www.deartesypasiones.com.ar.
[1] DANTO, Arthur C. [1997]. Después del Fin del Arte. El Arte
Contemporáneo y el Linde de la Historia. Trad.: Elena Neerman. Barcelona;
Buenos Aires: Paidós, 1999 (“Transiciones”, 16). Tit. or.: After
the End of Art. Princeton [New Jersey]: Princeton University Press, 1997.
[2] GUASH, Ana María. "'La
Posmodernidad es el Fin del Dogmatismo'. Entrevista a Arthur C: Danto autor
de Después del Fin del Arte". La Vanguardia; Libros, Ideas, Música,
Arte., viernes, 29 de setiembre de 2000, p. 10
[3] Danto se refiere a su
ensayo “El Fin del Arte”, incluido en la compilación de textos The Death of Art, editada por Berel Lang
(New York: Haven, 1984) y a Das Ende der
Kunstgeschich? (Munchen: Deutscher Kunstverlag, 1983) de Hans
Belting. Recordemos
que en esta consideración, la cuestión del ‘fin del arte’ —también asociada a,
o denominada como ‘muerte del arte’—, tiene su fuente en el pensamiento hegeliano y corresponde a las
preocupaciones estéticas ya presentes en la primera mitad del siglo XIX. Actúa
como horizonte ético de las vanguardias artísticas —desde la segunda mitad del
mismo siglo y en el XX— precisando diversas connotaciones en los escritos y
manifiestos. Como slogan se difunde
por la crítica hacia la década de 1960 y luego se retoma como categoría de
análisis por los estudiosos de la Posmodernidad. En la década de 1980 la idea
del ‘fin del arte’, como señala Danto, ‘estaba en el aire’. El ‘acontecimiento’
que Hegel conceptualiza como muerte del
arte, según el análisis de Vattimo constituye la constelación histórico-ontológica
en que nos movemos y que nos atañe ‘ante todo como profecía y utopía de una
sociedad en la que el arte ya no existe como fenómeno específico, en la que el
arte está suprimido y hegelianamente superado en una estetización general de la
existencia’. (VATTIMO, Gianni. El Fin de la Modernidad. Nihilismo y
Hermenéutica. Barcelona: Gedisa, 1990)
[4] Danto plantea un decalage entre las condiciones de producción y la aparente estabilidad de
los dispositivos de distribución y consumo del arte, sin embargo, la
relación de estos tres términos debería abordarse en toda su complejidad para
que esta afirmación adquiriese valor de tesis, habida cuenta que el autor se
está refiriendo a la década de 1980, en cuyo análisis aún hoy prevalece una
fuerte impronta ideológica.
[5] Brevemente, el sentido que
la era del arte adjudicara a la
noción de arte, sólo describe, a mi entender, dicha etapa de su historia. Para
el antes y el después las nociones de producciones, productos o prácticas,
simbólicas o estéticas, etc., organizarían un paradigma más adecuado a la
definición y el significado del ‘arte’ en esas etapas.
[6] “Desde el punto de vista
de sus orígenes pueden distinguirse dos tipos de imágenes de culto que fueron
veneradas públicamente en la cristiandad. Un tipo, que inicialmente incluye
sólo imágenes de Cristo y una tela estampada de San Esteban en África del
Norte, comprende ‘imágenes no pintadas’ y por lo tanto especialmente auténticas
que eran de origen divino o producidas por impresión mecánica en vida del modelo.
El término a cheiropoieton (‘no hecho
a mano’) se usó para ellas, como en latín non
manufacturum” […el segundo tipo fueron las imágenes pintadas, bajo la
consideración del pintor como un santo, a la manera de San Lucas] para quien se
cree que María posó durante su vida…La virgen misma terminó la pintura o se
produjo un milagro del Espíritu Santo para otorgarle aún mayor autenticidad al
retrato”. (BELTING,Hans.
Likeness and Presence. A History of the
Image before the Era of Art. Chicago:
University of Chicago Press, 1984. p.49)
5 “… en el pensamiento medieval no existía, por así decirlo, una
problemática de la creación artística, porque aquel pensamiento en el fondo
negaba tanto al sujeto como al objeto (ya que el arte no era para él más que la
materialización de una forma, que ni dependía de la manifestación de un objeto
real ni era producida por la actividad de un sujeto real, sino más bien
correspondía a una ‘imagen preexistente’ en el alma del artista), esta
‘problemática’, por otra parte, no podía aún revelarse al pensamiento del
Renacimiento, porque éste consideraba el ser y la condición del sujeto y del
objeto como sometidos a normas fijas y valederas a priori o establecidas empíricamente” PANOVSKY, Erwin. Idea.
Contribución a la Historia de la Teoría del Arte. Madrid: Cátedra, 1984.
p.51).
6 El autor al utilizar el
término ‘narrativa’, para referirse a los discursos crítico e histórico del
arte, adopta una noción, la de ‘recit’, que
es marco del pensamiento desarrollado por Lyotard en La Condición Posmoderna y otros escritos.
7 Meyer Shapiro. advierte en
la “Nota Introductoria” de su libro El
Arte Moderno: "Los ensayos que se recogen en este volumen son una
selección de mis escritos sobre el arte de los siglos XIX y XX". El índice
enumera trabajos, entre los cuales figura "Courbet y la Imaginería
Popular" como el límite hacia el pasado en la cronología de esta
recopilación: "Courbet pertenece al período de transición que va del
artista cultivado de la pintura histórica, poseedor de un amplio bagaje
literario, histórico y filosófico y cuyas obras requieren comprenderse a la vez
que verse, al artista de la segunda mitad del siglo XIX, que confía sólo en la
sensibilidad y trabaja directamente a partir de la naturaleza o de un
sentimiento, que ve más que piensa o imagina" Esto lo escribe M. S. en
1941 y puede relacionarse con lo expresado por Pierre Daix en Nueva Crítica…, editado en francés
en 1968, sobre el mismo Courbet:
"es el último gran pintor que haya pintado de acuerdo con la teoría del
arte de la imitación. Vivió bastante tiempo para ver como su realidad se le
escapaba: la misma realidad de los paisajes observados de un modo distinto por
los pintores que le siguieron, más atentos que él a la impresión directa al
aire libre". La coincidencia señala
un cambio en el registro de la figura del artista; una renovación de sus
relaciones con el mundo, una transformación en el abordaje de su obra; allí
transita o permanece Courbet, atrapado en una evolución que conduce a un arte
de visión y de sensibilidad, de observación e impresión, carente de las
habituales retóricas de la belleza.
(SCHAPIRO, MEYER. El Arte Moderno. Madrid:
Alianza, 1988 y DAIX, Pierre. Nueva Crítica, Arte Moderno, Madrid,
Ed. Fundamentos, 1971).
8
En
el capítulo de la obra citada, denominado "La introducción del Arte
Moderno en América: La Armory Show", de 1952, Meyer Schapiro se refiere al arte expuesto en aquel 1913
como "un arte más contemporáneo en un sentido nuevo y radical [...], a
saber: que la modernidad en cuanto tal era un atributo, de forma que quienes
contemplaban tales obras no podían sino pensar que correspondían al
presente" y agrega: "Por arte contemporáneo -o arte vivo, como se lo
llamaba- [.. se entendía ] lo progresivamente contemporáneo, lo que modifica un
pasado heredado y abría paso a un futuro aún más novedoso".
En la Armory Show se reservó una sala para Ingres,
Delacroix, Corot y Courbet, "artistas a los que los académicos reconocían
como maestros, eran presentados junto a los jóvenes rebeldes como sus antepasados,
toda una saga de grandes espírutus innovadores". Así M. S. describe
remontándose hasta Delacroix, la conciencia de modernidad y la evidencia de su
gestación progresiva. La Modernidad se describe como atributo de la obra que
denota su corresponderse al presente; el paradigma moderno se constituye con
términos como innovación, contemporaneidad, futuro, rebeldía, vida.
9
Lionello
Venturi en el prefacio de su obra Pintores
Modernos, traducida por Jorge Romero Brest, realiza la nómina de aquellos artistas que
considera los máximos exponentes del siglo XIX, iniciando la lista por Goya y
Constable y culminando en Van Gogh y Toulouse- Lautrec. "Los pintores
elegidos no sólo son artistas perfectos, sino también modernos. Con el
apelativo modernos no se quiere dar
únicamente una indicación cronológica. Es absurdo separar la obra del espíritu
de su tiempo". En el texto "Goya", Venturi afirma que fue este
pintor el que "rompió las tradiciones del 700 en sus ideales y sus
técnicas". Goya es el creador de una nueva tradición "penetrada por
el nuevo modo de sentir la libertad, la patria y la religión". VENTURI, Lionello. Pintores Modernos. Buenos Aires: Argos,
1953.
10
Argan en El Arte Moderno 1770-1970, liga tres
factores a su aparición que ubica a mediados del siglo XVIII: a) la teorización
de los períodos clásico y romántico producida entre los mediados del siglo
XVIII y XIX por artistas, literatos y teóricos del arte cuyo resultado fue la
construcción de modelos, la conversión de hechos en ideas; b) la formación de la
estética; c) la cultura del Iluminismo. Estos tres factores tienen una compleja
interrelación. El "profundo corte" producido en la tradición
figurativa da lugar a "el nuevo ciclo histórico del arte" el
denominado moderno o contemporáneo que se continúa en el siglo XX. Argan habla
de corte, discontinuidad en la tradición figurativa contemporánea
relacionándola a la aparición de una nueva conciencia estimulada por el
ejercicio de la crítica. Características de este nuevo ciclo son: la afirmación
de la absoluta autonomía de la esfera del arte, reconocimiento de una
especificidad a partir de la cual se producen sus vinculaciones con las otras
actividades humanas y la concepción romántica que domina su primera fase desde
1750 hasta 1850. La fractura abierta entre la afirmación de la autonomía del
arte y la explosión de la estética fuera de los límites institucionales que le
demarca la tradición, es un espacio que no se deja habitar fácilmente por los
artistas, pero fuera del cual no es posible su modernidad. Una instalación
segura es imposible, el movimiento permanente se hace destino, el deseo de
lugar se convierte en nostalgia y proyecto individual. De inicio, romanticismo. ARGAN, Giulio Carlo. El Arte Moderno. 1770- 1970. Valencia:
F. Torres, 1976.
11 Susan Sontag escribió en
1964 "El camp es un tierno
sentimiento. [...] jamás el camp
apareció en letras de molde. Por lo tanto hablar de él es en parte
traicionarlo". Manuel Puig manifestó a su vez: "El gran objeto camp es la clase media argentina. La
primera generación de hijos de inmigrantes careció en sus casas de un modelo de
conducta e inventó, entonces un lenguaje y un modo de actuar calcados del cine,
la radio o las revistas femeninas" y agregó "El camp lleva ese mundo cursi a la caricatura para demostrar que es
indestructible". Dalila Puzzovio definió el camp: "Es una ingenuidad alegre que hay que saber
captar". "La Apoteósis del Camp:
el Culto a la Nostalgia y a la Caricatura". Panorama, 28 de setiembre de 1971, p. 26.
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